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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



viernes, 9 de noviembre de 2012

Cogí el batón, a pesar que le molesta

  


Hoy por la mañana, me levanté, escribí a máquina y regué. Ya en casa me preguntaron si había comido una magdalena. Quedaba una y alguien la comió. Yo no voy por ahí. Cogí aquellas dos peras para mamá y Nacho al llegar a casa, sin preguntar, se comió una. Ayer sí que comí una y lo hice a escondidas, pero era de un plato donde había seis. A mí a veces también me gusta hacerlo, pero siempre me queda.

  Avellanas, hay un bote grande; chocolate de leche, mamá no toma; manzanas de la huerta, mantequilla, un bocadillo por la tarde si queda o, hace unos días fue por la mañana, pero quedaba. Esta mañana se enfadó mi madre porque ayer quedaba un bote lleno y un poco de otro. Y hoy, cuando quiso ir a buscarlo, sólo quedaba el medio vacío. La magdalena, bien pudo ser Doc ayer: en la cena aquélla lo pillamos comiendo los chorizos, aunque estaban atrás del todo en la baldosa. Pero no tengo fuerzas para decírselo. Yo le dije que no había sido y que a mí también me gustaría encontrar al culpable. Quico, esta mañana, a esa pregunta contestó: cosa tiene que estar (pensé que a mí no me iba a nombrar, pues creo que me conoce que yo no voy por ahí) entre Nacho, Malena y José Ángel (a mí me nombró el primero).

  Bueno, bien. Tú crees que es algo que comenzó a partir de ahora. No, es algo que ya lleva toda su historia cumplida. ¿Por qué no te preguntas por qué ayer forjé en mi imaginación que te referías a mí?. ¿Crees que a mí me gusta?. No, ahora no quiero que me conozcas. Cuando le dije que lo de las magdalenas no había sido, tú me dijiste que no te referías a mí. ¿Viste?. Eso es lo malo. Yo ahora no voy a decirle que a mí me eduques de una manera distinta. Y por compadecerme tantas veces.

  Si, lo hice por ti, todo lo hago por ti. Y tú me dices que no se parecen en nada unas peras a unas magdalenas. Ahora me doy cuenta que no merece hacer nada por ti. ¡Cuánta razón tenía don José Carvajal. Yo quería apurar lo de los poemas porque sentí que tú querías verlos pronto porque habías sentido que, a partir de ellos, llegarías a conocerme mejor. ¡Qué equivocado estaba!. Me das pena. ¡Porque yo veo una relación tan clara…!

  Creo que lo malo es eso, que yo lo veo. Y tú me parece que lo quieres ver, pero en el fondo prefieres pensar lo contrario. Bueno, está bien (Ahora vino Malena a vaciar el cubo, pero como ella es tonta, le pude engañar haciéndole creer que andaba buscando. Ahora voy a dejarte, pues temo que venga quien falta). Me dijiste que subiera rápido porque se cortaba la leche, sólo para tenerme más vigilado, ¿no?. Entonces ya cambian las cosas. Siempre me dices que cuando mueras no se me ocurra llevarte flores al cementerio. No sé cómo será la vida cuando ocurra eso, pero ahora siento que ni tú ni nadie me lo podrá impedir por la vida que me conseguiste.

  No es que sea mío solo, como aquello. Pero me gusta poder sentirme como la voz de todo un pueblo, la voz que nunca podrá callarse. Vosotros vais a ser mis testigos. Mi pequeño grupo preferido, para realizar mis pensamientos.

  Ahora estaba haciendo una bandejita redonda y empezó a ladrar Blas. Me enfadé, salí y le quise pegar, pero se me escapó, así que le lancé una piedra, pero no a lo bruto, sino como si quisiese dársela aunque desde lejos, y tuve tan mala pata que le di en la cabeza. Salió Malena gritando, y yo le decía que no había sido. Pero entonces sí me dio pena de mí mismo. Lo de esta mañana fue porque bajé a Ramallosa a buscar la leche y el pan, y me habían vendido un cesto. Yo entré en la tienda enfadado por lo de mi madre y sólo estaba Carlos. No tenía intención de saludar y supongo que él también debería estar molesto, aunque se lo dijera más tarde; cuando cogí la leche, me dijo: “Se dice hola”, o algo así. Yo le respondí: “Hola. Pensé que estabas enfadado”.

  Al llegar a casa y darle el dinero, un rato después me preguntó: ¿te dijeron algo?. Y se lo conté. Pero lo hice mal, porque empezó a chillar: “Al entrar siempre se saluda. Igual que a las personas mayores siempre se les trata de usted. Aquel día, en Tuy, no debiste llamar as la hermana Reparadora por “tú”. Tú no tienes nada que ver con lo que me pasó a mí. Los días que vaya y haya mucha gente, pues me pondré a despachar. Y mañana puedo volver. “Pero todo esto con muchas más palabras. Yo me sentí muy abatido. Le mezclé a lo de la discusión por la magdalena. “Yo eso no lo digo por ti sino que se lo dije a todos. Además, no sé en qué se parecen unas peras a unas magdalenas. Ahora estoy yo en casa y vas a salir a regar esas dalias”. Sin embargo ahora por la tarde estaba en la mesa de la cocina preparando un cesto y, al pasar Quico porque iba a salir, me dio una palmadita en la espalda de ánimo. Casi por la noche, me dijo si quería ir con él a la fiesta de Camos, iba Eladio. Como dijo Eladio, hoy es más bien cuando comienzan: Camos, Donas, etc, hoy son en Donas. No hablé con nadie allí, pero yo pensaba más bien en las de hoy cuando me enteré que eran las de Donas. Escribí varios poemas. Y me sentía mejor por saber que no estaba en casa. Me siento extraño esta mañana. Es algo que me parece que no estoy aquí en estos momentos. No me duele nada, pero tampoco pienso en nada. Voy a escribirlos.


    Cogí el batón, a pesar de que le molesta, porque era más rápido. Entré en la cocina. Mamá estaba llorando. Mi padre, enfadado. “¿No comes?” le preguntaron varias veces. “Ahora tomo un poco”. Quico comió y yo no quería enfadarle también, iban a comer todos. Varias veces me detuve un rato, porque mamá no comía. “Me sigues dominando”, me repetía. Pero también pensaba que lo que quería era guardarse. Para el chocolate. Y seguí comiendo.

  No tenía intención de comer. Lo cierto es que no me fijé para los demás, porque Mariora dijo que no había comido. Al final, ellos marcharon y quedamos Mariora, Quico y yo. Ella dijo: “No debimos comer nada”. En mí también resonó esa pregunta, pero no sabía de qué iba la riña.
 Hoy por la mañana, me levanté, escribí a máquina y regué. Ya en casa me preguntaron si había comido una magdalena. Quedaba una y alguien la comió. Yo no voy por ahí. Cogí aquellas dos peras para mamá y Nacho al llegar a casa, sin preguntar, se comió una. Ayer sí que comí una y lo hice a escondidas, pero era de un plato donde había seis. A mí a veces también me gusta hacerlo, pero siempre me queda.

  Avellanas, hay un bote grande; chocolate de leche, mamá no toma; manzanas de la huerta, mantequilla, un bocadillo por la tarde si queda o, hace unos días fue por la mañana, pero quedaba. Esta mañana se enfadó mi madre porque ayer quedaba un bote lleno y un poco de otro. Y hoy, cuando quiso ir a buscarlo, sólo quedaba el medio vacío. La magdalena, bien pudo ser Doc ayer: en la cena aquélla lo pillamos comiendo los chorizos, aunque estaban atrás del todo en la baldosa. Pero no tengo fuerzas para decírselo. Yo le dije que no había sido y que a mí también me gustaría encontrar al culpable. Quico, esta mañana, a esa pregunta contestó: cosa tiene que estar (pensé que a mí no me iba a nombrar, pues creo que me conoce que yo no voy por ahí) entre Nacho, Malena y José Ángel (a mí me nombró el primero).

 Bueno, bien. Tú crees que es algo que comenzó a partir de ahora. No, es algo que ya lleva toda su historia cumplida. ¿Por qué no te preguntas por qué ayer forjé en mi imaginación que te referías a mí?. ¿Crees que a mí me gusta?. No, ahora no quiero que me conozcas. Cuando le dije que lo de las magdalenas no había sido, tú me dijiste que no te referías a mí. ¿Viste?. Eso es lo malo. Yo ahora no voy a decirle que a mí me eduques de una manera distinta. Y por compadecerme tantas veces.

  Si, lo hice por ti, todo lo hago por ti. Y tú me dices que no se parecen en nada unas peras a unas magdalenas. Ahora me doy cuenta que no merece hacer nada por ti. ¡Cuánta razón tenía don José Carvajal. Yo quería apurar lo de los poemas porque sentí que tú querías verlos pronto porque habías sentido que, a partir de ellos, llegarías a conocerme mejor. ¡Qué equivocado estaba!. Me das pena. ¡Porque yo veo una relación tan clara…!

  Creo que lo malo es eso, que yo lo veo. Y tú me parece que lo quieres ver, pero en el fondo prefieres pensar lo contrario. Bueno, está bien (Ahora vino Malena a vaciar el cubo, pero como ella es tonta, le pude engañar haciéndole creer que andaba buscando. Ahora voy a dejarte, pues temo que venga quien falta). Me dijiste que subiera rápido porque se cortaba la leche, sólo para tenerme más vigilado, ¿no?. Entonces ya cambian las cosas. Siempre me dices que cuando mueras no se me ocurra llevarte flores al cementerio. No sé cómo será la vida cuando ocurra eso, pero ahora siento que ni tú ni nadie me lo podrá impedir por la vida que me conseguiste.

  No es que sea mío solo, como aquello. Pero me gusta poder sentirme como la voz de todo un pueblo, la voz que nunca podrá callarse. Vosotros vais a ser mis testigos. Mi pequeño grupo preferido, para realizar mis pensamientos.

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