Hoy por la
mañana, me levanté, escribí a máquina y regué. Ya en casa me preguntaron si
había comido una magdalena. Quedaba una y alguien la comió. Yo no voy por ahí.
Cogí aquellas dos peras para mamá y Nacho al llegar a casa, sin preguntar, se
comió una. Ayer sí que comí una y lo hice a escondidas, pero era de un plato
donde había seis. A mí a veces también me gusta hacerlo, pero siempre me queda.
Avellanas,
hay un bote grande; chocolate de leche, mamá no toma; manzanas de la huerta,
mantequilla, un bocadillo por la tarde si queda o, hace unos días fue por la
mañana, pero quedaba. Esta mañana se enfadó mi madre porque ayer quedaba un
bote lleno y un poco de otro. Y hoy, cuando quiso ir a buscarlo, sólo quedaba
el medio vacío. La magdalena, bien pudo ser Doc ayer: en la cena aquélla lo
pillamos comiendo los chorizos, aunque estaban atrás del todo en la baldosa.
Pero no tengo fuerzas para decírselo. Yo le dije que no había sido y que a mí
también me gustaría encontrar al culpable. Quico, esta mañana, a esa pregunta
contestó: cosa tiene que estar (pensé que a mí no me iba a nombrar, pues creo
que me conoce que yo no voy por ahí) entre Nacho, Malena y José Ángel (a mí me
nombró el primero).
Bueno,
bien. Tú crees que es algo que comenzó a partir de ahora. No, es algo que ya
lleva toda su historia cumplida. ¿Por qué no te preguntas por qué ayer forjé en
mi imaginación que te referías a mí?. ¿Crees que a mí me gusta?. No, ahora no
quiero que me conozcas. Cuando le dije que lo de las magdalenas no había sido,
tú me dijiste que no te referías a mí. ¿Viste?. Eso es lo malo. Yo ahora no voy
a decirle que a mí me eduques de una manera distinta. Y por compadecerme tantas
veces.
Si,
lo hice por ti, todo lo hago por ti. Y tú me dices que no se parecen en nada
unas peras a unas magdalenas. Ahora me doy cuenta que no merece hacer nada por
ti. ¡Cuánta razón tenía don José Carvajal. Yo quería apurar lo de los poemas
porque sentí que tú querías verlos pronto porque habías sentido que, a partir
de ellos, llegarías a conocerme mejor. ¡Qué equivocado estaba!. Me das pena.
¡Porque yo veo una relación tan clara…!
Creo
que lo malo es eso, que yo lo veo. Y tú me parece que lo quieres ver, pero en
el fondo prefieres pensar lo contrario. Bueno, está bien (Ahora vino Malena a vaciar
el cubo, pero como ella es tonta, le pude engañar haciéndole creer que andaba
buscando. Ahora voy a dejarte, pues temo que venga quien falta). Me dijiste que
subiera rápido porque se cortaba la leche, sólo para tenerme más vigilado,
¿no?. Entonces ya cambian las cosas. Siempre me dices que cuando mueras no se
me ocurra llevarte flores al cementerio. No sé cómo será la vida cuando ocurra
eso, pero ahora siento que ni tú ni nadie me lo podrá impedir por la vida que
me conseguiste.
No
es que sea mío solo, como aquello. Pero me gusta poder sentirme como la voz de
todo un pueblo, la voz que nunca podrá callarse. Vosotros vais a ser mis
testigos. Mi pequeño grupo preferido, para realizar mis pensamientos.
Ahora
estaba haciendo una bandejita redonda y empezó a ladrar Blas. Me enfadé, salí y
le quise pegar, pero se me escapó, así que le lancé una piedra, pero no a lo
bruto, sino como si quisiese dársela aunque desde lejos, y tuve tan mala pata
que le di en la cabeza. Salió Malena gritando, y yo le decía que no había sido.
Pero entonces sí me dio pena de mí mismo. Lo de esta mañana fue porque bajé a
Ramallosa a buscar la leche y el pan, y me habían vendido un cesto. Yo entré en
la tienda enfadado por lo de mi madre y sólo estaba Carlos. No tenía intención
de saludar y supongo que él también debería estar molesto, aunque se lo dijera
más tarde; cuando cogí la leche, me dijo: “Se dice hola”, o algo así. Yo le
respondí: “Hola. Pensé que estabas enfadado”.
Al
llegar a casa y darle el dinero, un rato después me preguntó: ¿te dijeron
algo?. Y se lo conté. Pero lo hice mal, porque empezó a chillar: “Al entrar
siempre se saluda. Igual que a las personas mayores siempre se les trata de
usted. Aquel día, en Tuy, no debiste llamar as la hermana Reparadora por “tú”.
Tú no tienes nada que ver con lo que me pasó a mí. Los días que vaya y haya
mucha gente, pues me pondré a despachar. Y mañana puedo volver. “Pero todo esto
con muchas más palabras. Yo me sentí muy abatido. Le mezclé a lo de la
discusión por la magdalena. “Yo eso no lo digo por ti sino que se lo dije a
todos. Además, no sé en qué se parecen unas peras a unas magdalenas. Ahora
estoy yo en casa y vas a salir a regar esas dalias”. Sin embargo ahora por la
tarde estaba en la mesa de la cocina preparando un cesto y, al pasar Quico
porque iba a salir, me dio una palmadita en la espalda de ánimo. Casi por la
noche, me dijo si quería ir con él a la fiesta de Camos, iba Eladio. Como dijo
Eladio, hoy es más bien cuando comienzan: Camos, Donas, etc, hoy son en Donas. No
hablé con nadie allí, pero yo pensaba más bien en las de hoy cuando me enteré
que eran las de Donas. Escribí varios poemas. Y me sentía mejor por saber que
no estaba en casa. Me siento extraño esta mañana. Es algo que me parece que no
estoy aquí en estos momentos. No me duele nada, pero tampoco pienso en nada.
Voy a escribirlos.
Cogí el batón, a pesar de que le
molesta, porque era más rápido. Entré en la cocina. Mamá estaba llorando. Mi
padre, enfadado. “¿No comes?” le preguntaron varias veces. “Ahora tomo un
poco”. Quico comió y yo no quería enfadarle también, iban a comer todos. Varias
veces me detuve un rato, porque mamá no comía. “Me sigues dominando”, me
repetía. Pero también pensaba que lo que quería era guardarse. Para el
chocolate. Y seguí comiendo.
No tenía intención de comer. Lo cierto
es que no me fijé para los demás, porque Mariora dijo que no había comido. Al
final, ellos marcharon y quedamos Mariora, Quico y yo. Ella dijo: “No debimos
comer nada”. En mí también resonó esa pregunta, pero no sabía de qué iba la
riña.
Hoy por la mañana, me levanté, escribí a
máquina y regué. Ya en casa me preguntaron si había comido una magdalena.
Quedaba una y alguien la comió. Yo no voy por ahí. Cogí aquellas dos peras para
mamá y Nacho al llegar a casa, sin preguntar, se comió una. Ayer sí que comí
una y lo hice a escondidas, pero era de un plato donde había seis. A mí a veces
también me gusta hacerlo, pero siempre me queda.
Avellanas, hay un bote grande; chocolate
de leche, mamá no toma; manzanas de la huerta, mantequilla, un bocadillo por la
tarde si queda o, hace unos días fue por la mañana, pero quedaba. Esta mañana
se enfadó mi madre porque ayer quedaba un bote lleno y un poco de otro. Y hoy,
cuando quiso ir a buscarlo, sólo quedaba el medio vacío. La magdalena, bien
pudo ser Doc ayer: en la cena aquélla lo pillamos comiendo los chorizos, aunque
estaban atrás del todo en la baldosa. Pero no tengo fuerzas para decírselo. Yo
le dije que no había sido y que a mí también me gustaría encontrar al culpable.
Quico, esta mañana, a esa pregunta contestó: cosa tiene que estar (pensé que a
mí no me iba a nombrar, pues creo que me conoce que yo no voy por ahí) entre
Nacho, Malena y José Ángel (a mí me nombró el primero).
Bueno, bien. Tú crees que es algo que comenzó
a partir de ahora. No, es algo que ya lleva toda su historia cumplida. ¿Por qué
no te preguntas por qué ayer forjé en mi imaginación que te referías a mí?.
¿Crees que a mí me gusta?. No, ahora no quiero que me conozcas. Cuando le dije
que lo de las magdalenas no había sido, tú me dijiste que no te referías a mí.
¿Viste?. Eso es lo malo. Yo ahora no voy a decirle que a mí me eduques de una
manera distinta. Y por compadecerme tantas veces.
Si, lo hice por ti, todo lo hago por ti.
Y tú me dices que no se parecen en nada unas peras a unas magdalenas. Ahora me
doy cuenta que no merece hacer nada por ti. ¡Cuánta razón tenía don José
Carvajal. Yo quería apurar lo de los poemas porque sentí que tú querías verlos
pronto porque habías sentido que, a partir de ellos, llegarías a conocerme
mejor. ¡Qué equivocado estaba!. Me das pena. ¡Porque yo veo una relación tan
clara…!
Creo que lo malo es eso, que yo lo veo.
Y tú me parece que lo quieres ver, pero en el fondo prefieres pensar lo
contrario. Bueno, está bien (Ahora vino Malena a vaciar el cubo, pero como ella
es tonta, le pude engañar haciéndole creer que andaba buscando. Ahora voy a
dejarte, pues temo que venga quien falta). Me dijiste que subiera rápido porque
se cortaba la leche, sólo para tenerme más vigilado, ¿no?. Entonces ya cambian
las cosas. Siempre me dices que cuando mueras no se me ocurra llevarte flores
al cementerio. No sé cómo será la vida cuando ocurra eso, pero ahora siento que
ni tú ni nadie me lo podrá impedir por la vida que me conseguiste.
No es que sea mío solo, como aquello.
Pero me gusta poder sentirme como la voz de todo un pueblo, la voz que nunca
podrá callarse. Vosotros vais a ser mis testigos. Mi pequeño grupo preferido,
para realizar mis pensamientos.
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