El crujido de mis pisadas sobre la alcoba
me hacía pensar que no estaba solo: alguien
caminaba conmigo.
Y de repente le inventé un nombre
que se pareciese mucho a su caminar. Y le
llamé “pum”.
como el tambor que sonaba continuamente
en mis oídos.
Entonces recordé otros espacios
que también pudieran ser suyos… y no me
quedé conforme
con escucharlo.
Eran otros tiempos,
otros siglos. Pum era mi amigo.
Y cuando no pensaba en él buscaba un sonido
que se le pareciese…
Pero Pum era inalcanzable.
-1990-
No hay comentarios:
Publicar un comentario