de
darse por sabida sin ver. Hoy miércoles sólo vino Palmira y ya le entendí en
cuanto a ir a lo de Chicha. El otro día se marchó mi madre y en la merienda les
di vino Montefiel tinto porque Palmira dijo que le daba igual y por no gastarle
dinero. Esta marca me parece que la tomaron un día. Cuando llegó mamá no le
pareció bien, porque a ellas les gustaba más el gallego de la tienda.
Hoy sólo vino Palmira y, cuando llegó mi madre, ya había merendado: "¿Le
trajeron el vino y la gaseosa?. Seguro que le dieron Montefiel". Subí
arriba a escribir un poco y, al rato, me llamó: ¿Dejas el regar para mí?.
Otro detalle fue una palabra que dijo mi hermana Mariora al comer: es que tú
parece que nos quieres hacer inútiles a todos. Me quedo mirando tantas veces.
No sé qué: un espejo, un mueble, un espejo sirve. El mirar pudiera ser un
investigar en secreto, un admirar todas las cosas. O un hacer nuestra la
realidad. Cuando empezaron a morir los conejitos, yo me decía: al menos quedará
uno para acompañar a la coneja. No sé qué puede ser si se van todos. Y antes de
ayer quedó uno. El día de ayer vi que no había muerto y me quedé tranquilo.
Pero hoy me he levantado antes que todos y fui a verlos, está muriendo.
¿Y ahora?, ¿quién es el culpable?. Mi primera respuesta es yo y entonces
comienzo a preguntarme qué es lo que pasó ahí. Mi madre me había dicho:
"Tengo que desinfectarlo". En aquel momento tenía esas mismas
palabras en la cabeza y no otras. Digo esto y, en el mismo momento, siento que
no es toda la verdad, sólo me queda preguntar por el culpable… y buscar ayuda
porque yo me siento incapaz
Hace tres días empezó la fiesta en Sabarís. De todas formas, no lo pasé tan
bien. Y me dio pena, porque me parece que sigo más el qué dirán que a lo que
hago yo. Sólo bailé con una, al llegar, conocida. A las dos y media nos fuimos.
Vi a Ana Belén, pero me pareció todavía una cría. Quería hablar con ella. Si,
aunque no supiese de qué, pero la noté como si escapase. "Bueno, allá
tú", pensé. No tenía tantas ganas, me dolía más el pie. El segundo día,
antes de ayer, no fui. Y ayer fui a Ramallosa. Al principio, cuando me dijeron
que Lourdes quería venir conmigo, pensé que iba a ser el escollo que no me dejara
bailar. Sin embargo, no fue así. Ella fue con dos chicos de allí y, ya en la
fiesta, estuve con Teresa y me dio un beso. No sé si fue ella quien me animó.
Me llamaron la atención dos chicas, no sé por qué, sólo sé que estaba con ellas
Marisol, de Gondomar, y Mari de Madrid. Y bailaron. Lo pasé bien allí. Fue
Marisol quien me dijo que enseñara a bailar a Lourdes. Y fue lo que hice,
aunque le fuera muy difícil, no terminó de aprender de todo. Me parece que le
animé un poco más. Y a las dos menos algo más o menos encontré a Susana y a
Betty. Un rato antes, Lourdes fue a saludar a una chica y le dio un beso. Así
que me metí yo y también se lo di. Bailé con ella, aunque quedé de bailar con
sus dos amigas.
Por
la tarde, había pasado un poco por el baile. Bailé una o dos con Rosi, me lo
prometió Lina y la amiga de Ramona, pero me fui a las nueve. A Rosi la vi en la
fiesta, pero no tenía ganas. Cuando terminó la fiesta, yo aún quería bailar,
pero tengo que guardar las ganas para hoy. No van a ir Betty y Susy, pero sí
aquellas tres, o las dos. Le seguiré enseñando a Lourdes.
Por la noche de ayer, mientras Quico fue al baño, me acordé del hecho que tuve
con la chica de Madrid. Me parece que, en el fondo, no sé lo que es el amor y
también me parece que yo lo baso, sobre todo, en las cartas. En vez de decirle
"dame la dirección", le pregunté si le gustaba escribir. Me respondió
"no mucho", así que ya no pensé más en eso. Escribí un rato, no quiero
que piense que lo dejo abandonado. No puedo hacerlo, a pesar de todo, sería un
cargo de conciencia, un detalle que es la primera vez que conozco, un
sentimiento que lo primero que hizo fue buscarme, simplemente porque era
diferente de los demás. Y creo que yo siempre estaré en disposición de
escucharle, pronto llegaba su hora y ya le esperaba desde hace mucho tiempo. Lo
que sí voy a querer va a ser desarrollar todas tus palabras… que es
desarrollarte también a ti. Y me doy cuenta que todos esos instantes vienen
para vivirlos, acaso también para llenar después un punto en el mañana, pero
algo que sólo quiere ser eso: un instante que tiene que irse. Llegará tu
recuerdo, si, porque tú has confiado en él, y eso es algo que en realidad nunca
podrá olvidarse. Pero ahora tiene que irse, compréndelo, tal vez mañana… tal
vez mañana le gustará recordarte a ti quién fue en el día de hoy. Me di cuenta
que no tenía por qué temer.
Mariora marchó, dijo que iba a estar varios días fuera. Le pedí el
radio-cassette y me lo dejó, así que hace un rato le pregunté a Quico: ¿cuántos
días va a estar Mariora fuera?. Y él me respondió: ¿a ti qué te importa?. Nada,
nada, y me fui. Sé que debería habérselo dicho, pero me acordé de una de las
caras de Quico que me dio Teresa: respuestas que te dejan cortado.
Ya por la mañana hubo un roce: yo venía de Ramallosa y, por temor a que me
lastimara el dedo, quise buscar las sandalias y se las pedí a Quico, pues las
tenía él. Se las pedí pues, y Mariora dijo: "Cuando tú le pides algo a él,
te lo da y no te pregunta. Debe pedírtelo porque le duele algo o lo
necesita", yo le había dicho si quería o los necesitaba. Al final,
me los dio un poco enfadado o molesto, y no quedé tranquilo.
Antes sí tenía oído que ella me ayudaría de mayor o si lo necesitaba. Puede ser
verdad. En la fiesta, no sé si fue Mariora quien me dijo que, en comparación
con Lourdes, yo no tenía nada. Lo primero que le dije, hablando de mí, fue que
también me había atropellado un coche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario