Algo le decía que allí había alguien más.
Aunque ya estuvieran las paredes enmohecidas por el vapor de aquel cuarto. No
oía pisadas, por interiores y silenciosas que fueran, pero él sentía su
presencia, incluso podía sentir cada uno de sus movimientos.
Y había empezado ya a imaginarse a aquel
espíritu sin rostro ni aliento, aquellas palabras que no estaban escritas en
ninguna parte pero que él sentía como suyas.
Era bueno hacerse amigo de la soledad; bueno
y tal vez apasionante para adentrarse en la vida. No conocía el rencor ni
tampoco era igual siempre. Y aunque él si lo fuese, sentía que tenía mucho que
aprender de ella.
La habitación ya había encontrado su
compañía. Tal vez sería aquélla la voz que siempre había oído hablar en sueños.
Yo era un hombre más. A veces me resultaba
extraño. Pero me doy cuenta que vine solo, que llegué solo. Había caminado con
un paso lento y vacilante durante mucho tiempo, largas temporadas sin fin y me
había encontrado al final con la tierra y en barro.
Este era el punto de encuentro. Ni yo mismo
sabía cómo ni porqué, pero mis pasos habían estado encadenados.
-¿Qué hago?-
me preguntaba siempre. O más bien, ¿qué hacemos?
Y era una
pregunta que ahondaba cada vez más en mi mente.
- Mira a tu alrededor, ¿qué
ves?.
-Nada-
respondía él mirando hacia el suelo.
- Al contrario: todo.
Sólo quiero que enciendas tus ojos de una vez. Hay luz y un cielo, hay una
realidad.
- Ya
sé quién eres. Ya sé de dónde has venido y por qué me dices todo esto. Aunque
no tienes nombre, te quedaría eternamente agradecido si me dejaras darte uno.
Sólo entre tú y yo.
La paloma regresaba de su viaje por otros
países. Y él se sentaba. No podía pensar.
- ¿Qué diría
el aire si me viese llorar en estos momentos?. No entiendo por qué una ilusión
ya concebida puede llegar a consumir su propia alegría. Que pase, ya no tiene
nada nuevo que dejarme. Sé que ha sido él quien ha llegado.
- Yo era un hombre más. A veces me resultaba extraño. Pero me doy cuenta que vine solo, que llegué solo. Había caminado con paso lento y vacilante durante mucho tiempo, largas temporadas sin fin y me había encontrado al final con la tierra y el barro.
ResponderEliminar- ¿Qué diría el aire si me viese llorar en estos momentos?. No entiendo por qué una ilusión ya concebida puede llegar a consumir su propia alegría. Que pase, ya no tiene nada nuevo que dejarme.
Siempre aportarás una nueva manera de mirarlo, pero nunca podremos ponernos en la piel de aquel niño que nos da a conocer su mundo. Cuando el niño pasa se transforma en hombre, pero nunca desaparece; hombre y niño conviven como si fueran una misma persona. El que piense que hay que matar ala niño para salvar el hombre está muy equivocado
ResponderEliminarEl asesinato del hombre está justificado si regresamos a la niñez.
ResponderEliminarPero no podemos regresar a la niñez sin haber concluido las tres estaciones del ser humano, entonces todo se hace más sencillo y natural. Las tres estaciones son necesarias, así como el equilibrio del hombre en su relación con la naturaleza.
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