Esa luz es
algo que nos agrada a los dos:
aquella luz que
brilla (en) nuestra presencia,
que existe sólo entre
nosotros, aquella luz que está hecha de lluvia, de sol, de despertar.
A veces nos portamos
como chiquillos sin
razón y corremos en grandes bandadas
a donde el viento nos
lleve;
no importa cuál sea
la razón que nos escriban sus ráfagas:
nosotros nos sentimos
capaces de continuar.
Somos chiquillos sin
temor al ocaso,
aunque a veces
lloremos por las noches,
aunque nuestro
silencio haya sido testigo de múltiples dolores:
somos chiquillos sin
pensar en ese mañana.
Porque sabemos de
verdad que las lágrimas
igual que vienen se
marchan
llevando lo que pudo
ser con ellas.
Cuántas veces
me gusta que sea la luz de la luna
quien me lleve a tu alcoba.
Bandadas de chiquillos y hombres-pájaro... Y si entra algún cuervo a la luz de la luna, ¿lo echaremos de nuestra alcoba o le invitaremos a llevarse en el pico el oro y el diamante de una lágrima?
ResponderEliminarSi se tratara de un cuervo le invitaríamos a pasar, claro. No a sentarse a nuestra mesa: la luna no hace distinciones
ResponderEliminarSiempre tan amable con los cuervos..., Tienes razón, es necesaria cierta distancia para no convertirnos en alimento de los grajos, aunque es bello observar a estas aves sobre un manjar de cadáveres.
ResponderEliminarBueno, aceptan su recogimiento en lo más profundo del bosque, pero no menos bello por profundo. Incluso en esos lugares está la luz de la aurora
ResponderEliminar¡Cierta tiniebla se corresponde con la aurora!
ResponderEliminarEs algo hermoso por estar unidos: dos caras de una misma moneda, una está en la otra, sólo el alma lo puede entender. Pero en este mundo hay muchas imágenes, quizás demasiadas para comnprender.
ResponderEliminarDemasiadas imágenes sobre el ojo difuso...
ResponderEliminarLos poemas de Fausto parecen un despertar, un ir ordenando sensaciones confusas. Muchas veces es necesario salir de él para entenderlo
ResponderEliminarCuanto más lejos de Fausto más entendemos sus nociones. Nadie como Fausto para comprender a Fausto, siempre que la comprensión lo aleje convenientemente...
ResponderEliminarNo ordena bien lo que siente porque se halla en un mar de confusiones, de rebeldías. Su camino es cierto, pero él no se detiene a observar y eso le pierde algunas veces. Parece cono si no le importase la forma, el riesgo es que a veces al descuidar la forma se desfigura el fondo. Lo que más me gusta de Fausto es que el mundo son ellos dos, sólo ellos dos. Tampoco le importa la poesía, pero en sus palabras la está descubriendo
ResponderEliminarMe gustaría descubrirlo informal, desconformado, desaliñado en su peinado poético, la imagen pura de un desahuciado del amor, amante de burdeles, sin escrúpulo. Fausto es de aquellos bohemios que dicen despreciar la poesía y ésta se arrastra a sus pies como una perdida, suplicando su afecto.
ResponderEliminarNo es bueno que lo critiques con tanta saña, dada tu cercanía a su persona; déjamelo a mí para despeinarlo completamente...