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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



martes, 21 de mayo de 2013

Y posaste de nuevo tu mano en mis labios




  Y posaste de nuevo tu mano en mis labios
con pedazos de cristal
entre sus yemas… y yo
sentí el influjo de una tierra
que había penetrado en mí.

Abrí la boca al instante y quise comer de ella,
saciarme de los alimentos que me daba
y ser tiempo
como ellos: tiempo
de ése que nunca ha de acabar.

Posaste la savia de tus dedos
en los peldaños
de mi piel… y bebí del subsuelo un líquido divino…
sus nutrientes
que me iban a dar la vida. Estábamos juntos:
tierra, aire…
y yo.

Una tímida luna acariciaba los vestidos
de los que me había cubierto la senda.
Así dejé que penetraras en el alba que invadía mi cuerpo.

Y perecí…

-2011-


8 comentarios:

  1. Tiene cierto lirismo místico y mucha ingeniería de jardinero. Me agrada, pero creo que necesita alguna poda de ciertos elementos telúricos (tierra, aire y yo). Tiene escenas de una gran sensualidad: "Posaste la savia de tus dedos en los peldaños de mi piel… y bebí del subsuelo un líquido divino…". Tal vez el poema quede completo hasta ese "líquido divino" y el resto de nutrientes no le hagan falta.

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  2. Siempre con tu humor satírico, Raúl, pero esta vez puedo darte la razón. A veces hace falta leer dos o hasta tres veces un poema para darse cuenta de una de sus identidades. Podría cambiarse alguna palabra, porque desnudo el poema de ella tomaría nueva vida.
    oye, me gusta eso de ingeniería de jardinero

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  3. Ironía, humor y nuevas perspectivas. ¡Brindemos por ello!
    El mejor jardinero es el que adopta al alma de la naturaleza y no aquel que pretende condicionar la creación a su propio ego (lo mismo ocurre con la poesía).

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  4. Basta alejarte del mundanal ruido para encontrarte (¿o reencontrarte quizás?) con el alma de la naturaleza. Ahora soy capaz de mirar y sentir al mismo tiempo la grandeza de lo que la naturaleza posa en mis manos; algo de lo que antes, arrastrado por una marabunta de identidades, se iba adentrando en mí y me fragmentaba de una manera casi irreal

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  5. La naturaleza es el remanso de nuestros ojos, pero también puede ser dura y cruel como un amor desahuciado. Cuando queremos recobrar el equilibrio regresamos al seno de natura, como niños buscando un tibio pezón materno. La serenidad de esa belleza rutilante nos limpia por dentro de la misma forma que los simios se comen la piojera.

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  6. Los simios se comen la piojera como un gesto instintivo, como un gesto de limpiarse, si, pero no de limpiarse por dentro, algo que sólamente puede concebirse desde la consciencia: eso es lo que nos da la serenidad de la naturaleza... y está ahí para DARNOS, sin pedir nada a cambio.
    Cuando la naturaleza se hace cruel, es hora de preguntarnos qué hemos hecho para que sea así, qué parte de culpa tenemos en su evolución pues hay una ley de causa-efecto que es inapelable. Y aunque en algunos momentos se muestre dura y cruel, ella misma con el tiempo busca un equilibrio para sentirse en paz con el planeta: eso nos da lecciones de perdón y de armonía, ¿no crees?

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  7. Estamos en la misma onda!!! Lo de los simios y la piojera es simplemente un cuadro bucólico -el amor desparasitando el odio-. Añoro esa concupiscencia simiesca (reductos de paz sin mancillar). Lo más amable que podríamos observar al interactuar con un individuo nuestra misma especie sería algo así como: "te voy a sacar las liendres" que es lo mismo que "dejarse amar".

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  8. Muchas veces pensamos que amar a la otra persona, bien masculina o femenina es intentar aliviarle el trabajo, hacerle más llevadera la carga... y no pensamos que con ello nos la está cargando a nosotros, pues nadie es quién de medir hasta dónde puede conducirnos una acción. Y eso es importante ya que cada persona tiene un camino que recorrer y sólo Dios sabe las cuentas que tiene por saldar

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