Las firmas, siempre con la misma historia.
No, no es así, cada una es una historia. Nueva cada vez. Y he de ir amontonando
más y más. Un día me quedarán muchos pequeños granitos por recoger. Y sonreiré
mucho más claramente cuando pueda decir que estuve yo presente en cada uno. Y
hallarme sonriendo, atado de una de esas perlitas que compusieron mi ser de
aquellos tiempos. Si, cada una es una historia, ¡si supieras la cantidad de
sueños que anidan en cada una, y el camino que tomaron desde que apareció una sonrisa,
me parece que a ti tampoco te importaría venir a formar parte de ella. Pues
alégrate, porque estaba guardado el sitio para ti. Ahora es cuando se cumple el
final de esa historia.
Cuando llegué de Vilariño, me dije que le
preguntaría a mi madre cuándo se iba en el viaje a Roma, porque el suyo era a
finales de Septiembre y a Fátima se iba a principios de Octubre. El suyo se
había adelantado una semana. Y se lo pregunté. Pero era al contrario, el
nuestro se había atrasado una semana, pero ella marchaba el lunes. Se enfadó,
yo lo había hecho porque no quería romper el lazo de que tal vez por cualquier
cosa pueda abrirse un diálogo. Y si no es un diálogo, son unas palabras. Pero
se enfadó. Me dijo que lo que le dolía era que no empezase a ser un chico de
verdad. Me marché de allí, pero eso me hizo pensar. No había dicho ni la
primera palabra cuando murmuré: ¡Bah!. Déjalo. No importa.
Quico me parece que se preocupó un poco
porque observó que cuando levanto el brazo izquierdo por delante, llevo un poco
el cuerpo. Hoy, cuando me pongo a pensar, me parece buena la idea de ir
trabajando poco a poco con él, que puede ser quizás cuando me acuerde. Todo el
escribir es escapar de la rutina que fuerza la existencia. Se puede escribir de
muchas maneras. Cuando está todo tranquilo, creo que es cuando mejor vivo la
vida. Puedo hablar con Malena, bueno, procuro relacionarme poco con ella, a
veces se cruzan algunas palabras, tengo miedo por dónde puede salir, pero me
parece que también la noto bastante tranquila. Eso es lo que me pone de
malhumor, porque también la riña se extiende varios minutos y cada segundo pesa
como si fuese una vida.
Tal vez sea culpa mía, porque no concibo que
un enfado pueda pasar sin una palabra de ánimo o un aliento al final, puede
asemejarse a ese propósito de procurar evitarlo para otra vez. Aquel día que
intenté poner el tocadiscos y no funcionaba, Quico me preguntó en la noche si
lo había tocado, pues estaba estropeado. Yo le dije que si. Hace poco vi un
disco puesto y lo puse en marcha, pensando: si no funciona, lo dejo. No
funcionó y lo dejé. Hoy me dijo él que lo había vuelto a poner y yo le dije que
no. Lo negué y me dolió. Después le dije que tal vez había tropezado con él al
coger cualquier libreta. Él me comentó que pudiera ser que algún día les pasase
algo a ellas, pero no lo creo. Ahora que recuerdo algo de lo que pasó el
sábado, que también me pone de malhumor. Era noche, quería bañarme, pero en
aquel momento creo que fui al fallado a buscar una ropa para después de bañarme.
Mi padre, que venía por el pasillo, me paró y me dijo: (No sé si lo que
pronunció fue “te aconsejo” o cualquier otra cosa con esa intención, aunque me
parece que sí dijo ésa): Te aconsejo que no abras el agua caliente. Y Malena
también utiliza mucho ese tono. Salí del cuarto de escribirte y fui a la
cocina. Mi madre dijo: “Arriba creo que vi un cuchillo…” o “vete a ver un
cuchillo…” no lo sé bien, pero yo di la vuelta saliendo de la cocina, porque
instantáneamente había pensado que ayer me parece que había utilizado uno. Me
parece que dijo “junto a la puerta” y yo lo usé para arreglar los mimbres, así
que dije “Si” gritando al salir. Cuando subí me acordé que no lo había
utilizado, y de ser en ese caso, estaría en el baño. Al volver a la cocina dije
que lo había usado arriba, pero que lo había bajado, cosa que era mentira, pero
eso valió para tranquilizarme. No lo encontré. En lo que fallo es en la
atención, me falta concentrarme, por eso tardo mucho, pero voy a entrar en la
cocina diciendo que un cuchillo no hace tanta falta.
Entré y dije que no lo había encontrado, pero
que tal vez se refería a dos tijeras. Me contestó que tal vez lo había bajado
papá. Ahora voy a salir. ¿Qué quieres que te diga?. Sólo quiero terminar la
libreta. No quiero que pienses que mi madre es mala por lo que te diga. A
veces, también me equivoco yo.
Lo que me supongo que va a seguir siendo un
problema durante mucho tiempo es que cuando yo digo cualquier cosa a alguien y
más concretamente a mi madre, que dice que es una tontería y yo estoy
convencido de que es para abrir más diálogo, no sé quién tiene la razón en ese
caso. Creo que siempre ha de tener preferencia lo que yo pienso, ya que nunca
he de comprender al otro, y el seguir haciéndolo implicará más problemas. Hoy
por la mañana que Quico fue a dar clase y sólo quedó Malena en casa, estuve
hasta las doce grabando. Bueno, a ratos, en el baño, en la habitación o el
fallado. Me grabé toda la cinta, pero no importa, continúa para otro día,
aunque mañana no puedo porque voy a Vigo. Mira, hoy no está mi padre y voy a
escribir a máquina. ¡Ah!, no te conté lo de ayer en el baile, terminé la
libreta por la mañana. Bajé con Quico a las cuatro y algo. Como no estaba
Manolo, quise ir a ver a Lourdes, pero fui hasta allí y regresé, porque no
quería nada: que se hiciese ilusiones, por ejemplo. Sé que habían allí dos
niños, niño y niña, jugando él con una bici y ella con una pelotita. Se la pedí
y me la llevé hasta la cuesta, después se la eché. Estuve con Manolo un rato y
después fui a bailar a las siete y media más o menos. Entré y pasé el rato.
Miré a ver si veía a Bety y Susana, y no las vi. Eso me deprimió+ un poco. Pero
le había prometido a Manolo bailar.
Empezó Bene y no quise ir a Rosi, y no las
bailé. Lo que pensaba era bailar con Rosi y marchar. La cuarta la bailé con
ella. Después seguí pidiendo y seguí sin bailar. Me sostenía lo que le había
prometido, pero los sueños también acaban. Me dije: Le pido a Lina y me voy.
Seguro que no querrá, no importa. Así que le pedí y me dijo: Ahora si. Y bailó.
Me animé y me dije: Voy a seguir. Le pedí a otra que nunca bailaba, pero que yo
me metía mucho con ella, que está a un lado de las escaleras de la barra, y
bailó. Me animó también. Ya no me iba. Bailó Rosi otra vez y no sé si alguna
más. No importa. Fui a la barra. Antes había bailado una con Ana y le dije que tal
vez volvería. Quise pedirle a la hermana de Fernando, pero nada. Cuando estaba
en la barra, tocaron ésa que me encanta. Corriendo, empujando, fui hasta Ana.
Si estuviese bailando, iría a Rosi, pero ya no tendría el mismo sabor.
Pero estaba bailando con su
amiga. Le dije: Perdona un momento. Baila, ahora te explico. Bailó conmigo y se
lo expliqué.
La historia tuvo un final fantástico. Ya no
importaba si bailase más, aquello era lo que esperaba. Bailé con ella y con
alguna más. Al principio me daba pena no encontrar a Bety y Susana, ahora
preguntaba que consistía en pasarlo bien sin ellas. Bailó también esa chica que
tiene un ojo mal, pude hablar con ella.
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