Después de comer, yo me fui a escribir a máquina y me decía: No le
importará, voy a escribir dos folios. Además, me dijo en aquella riña que cuando
vinieran Isabel y Palmira no bajase con ellas, por lo que les pudiera decir o,
más que eso, por ese “pobriño” o “siéntate a la sombra”. Bueno, me quedé arriba
y pensaba: Termino esta hoja que empecé y bajo. Tengo que ir a buscarle el vino
y la gaseosa. Escribir así en verso es más rápido y muchas veces me pareció
corto el tiempo que empleaba en cada una, así que seguí escribiendo.
Al cabo de un rato, cuando ya estaba
terminando, me gritó desde la casa para que fuese a buscar de beber. Ahora
tenía que estar con ellas. “Te prohíbo que en horas de trabajo vuelvas a
escribir. Mira, te levantas temprano y, desde que papá se marcha a las ocho y
media, hasta las nueve y media tienes tiempo. Y así madrugas. Hoy yo me marché
a las nueve y media”. También me pongo de malhumor en estos momentos, pero ahora
estoy en disposición de pasar. Ya estás mirando a otro lado. Esta noche,
siempre con lo mismo. “Seguro que no estás prestando atención”. Estoy siempre
en un tris de chillarle a la cara: “¿Y yo, qué?”.
Sé que
lo pasé más mal ayer, pero hoy no importa. Esta mañana me desperté cuando se
iba mi padre, y mamá también estaba levantada. Fui a la cocina a tomar leche,
pero sólo quedaba un poco y prefiero dejarla. Después quise ir arriba a
escribir y creo que se lo dije por el pasillo. La primera cara que puso fue de
disgusto, aunque fui. Pensé que no había abierto a las gallinas. Mañana, que tengo que ir a Vigo, seguiré
grabando.
Ayer por la noche, pensé en Ana. Y pensé en
ella por la vez que me animó a hablar con Quico. No le doy mucha importancia a
lo que ocurre, pero me parece muy variable. Es lo que me contaba Teresa de los
cuatro Quicos.
Por la noche, yo tenía una libreta, bien
puede ser ésta o una hoja para escribir un poema. Y él llegó, y encendió la
luz, y me dijo: “No te pongas las gafas para escribir porque voy a apagar la
luz”.
Y se está media hora con ella
encendida. No entiendo la razón por la que puede hacerlo así. En cambio me
admira, porque llegó mi padre y dijo que apagase; apagó pero encendió más
tarde. Cuando gritó un rato más tarde desde su habitación, la apagó
definitivamente.
Lo que recuerdo bastantes veces, es lo que
sucedió en Vilariño al marchar. Teresa también se iba en coche. Sólo le llamé y
ella les dijo a los del coche: “Esperad un momento”. Y se acercó a mí. No sé qué
fue lo que le dije, a lo que sí quería señalar es al beso. Lo entendió, sin
decírselo, y me lo dio. Después fueron hacia la puerta, pues debieron haber
sacado el coche y, refiriéndose a mí, me dijo: “Pero me voy a enfadar contigo,
tú me estás haciendo siempre muchas gamberradas”. Y se fue hacia el coche. Yo
le contesté: “¿Pero no dirás que no te quiero?”. “¡Ah!. Eso si”. Y me marché
contento. También me gusta mucho cuando me dice Julia: “Tenemos muchos poemas y
aún no he tenido tiempo de leerlos”. Casi siempre empiezo así para decirle que
no le he dado la sorpresita. Yo sé que ella no se enfada. Aunque algún día me
pongo a pensar y qué pasaría si alguna de mis amigas me quisiera para reírse de
mí. No tengo respuesta. No la sé. ¿Qué tengo yo que no puedo ver eso?. No lo sé
tampoco.
Y me fijo en Lourdes. Ella confía en cuantos
viven allí. Yo les vi reírse, pero ella no deja de confiar. Lo que es cierto es
que a mí me dan muchos momentos felices, sólo me fijo en eso. No sólo en eso
porque a ellas también les quiero. Cuando estoy con ellas me gusta hablar, creo
que son las únicas que pueden darle sentido. Ellas me ayudan. No, no me hagas
dudar.
Ya sé quién eres tú y por dónde quieres
meterme. Lo empecé a hacer todo por ella y, aunque a veces me diga para mí
mismo “vete a la mierda”, bien se sabe que no me refiero a ella, pues la
realidad es que seguiré volcado en todo cuanto me diga. Hablando con Manolo,
llegué a decirle, acerca de eso, una idea que se me ocurrió. Le dije que, en el
fondo, volcarse no está bien, pero es tomar muy en serio lo que alguien te
diga. Pero si en ese momento te dicen otra cosa, y te debes volcar en ella, te
enredas. También es una idea interesante, me parece a mí.
Ahora se me acuerda el hecho que
creo que dije antes de que mi madre un día me diga una cosa, y otro día me diga
la contraria. Supongo que si le pregunto, me dirá que lo dijo sin pensar. ¿Pero
cómo tomárselo, entonces?. Me quedo callado siempre que llego a este punto. Lo
que sí siento es como si le gustase decir “toda la mañana escribiendo”. El caso
aparte es el de las gallinas y los conejos, bueno, éstos últimos menos. Les doy
pienso y maíz a la mañana, a la tarde, y maíz a la noche. Cierto es que me
gusta abundar más en el maíz porque es más barato. Suelo darle trozos de pan y
el cubo verde cuando está lleno. Ahora no ponen mucho. Hay una que salta al
campo siempre, pero no sé, porque no veo que ponga huevos fuera ni le oigo
cantar. Mamá está convencida que pone fuera, me gustaría que así fuese. Hoy
miércoles sí tuve la ilusión porque sólo está Malena en la cama. Por la mañana,
cuando le dije a mi madre que iba a escribir arriba, lo aceptó. Quiero terminar
de grabar y hace un rato subí arriba para escribir a máquina y no despertar a
Malena, pero temo que llegue mi madre y diga que estuve toda la mañana arriba y
Malena le diga que si. Prefiero bajar y encerrarme en la habitación.
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