Y una brisa
que el sol levanta,
al agitar sus
frágiles alas de hielo
despliega sobre mi
cara
el tímido frescor de
las notas últimas
en este amanecer.
Y vuela sobre
mi pecho
su mirada deseosa,
ávida… y sobre mi piel
de nuevos amaneceres.
Pero yo no soy
viento
ni amanecer siquiera…
sólo quisiera ser
frágil ala, como tú…
y dulce brisa
que reclame mi alma
buscando en ella
restos de un ser…
o de un dios.
-2009-
Sólo de algunas conchas marinas, como un regalo, el objeto extraño se convierte en nácar. Y la perla es un cuerpo que en su interior guarda una porción de herida. Muy pocos pueden apreciar ese ser intimo, escondido entre capas de ablación que llamamos cuerpo. Tu poema es ese tesoro.
ResponderEliminarMuchas veces en lo imperceptible hallamos la realidad de lo que percibimos. Son esos momentos en que te sientes luminosidad. Gracias por tu comentario
ResponderEliminarHe sentido toda esa luminosidad de la que hablas. Al leer tu poema me he quedado prendado del verso final, sinceramente te felicito.
ResponderEliminarlobezno
Lobezno, yo soy de los que piensan que se debe escribir siempre lo que se sienta en cualquier momento, porque a lo que has sentido y expresado hoy, mañana le darás un significado más noble y grande. Y por eso me dejo llevar, para que no sea yo el que escribe, sino ese otro ser que es como yo, pero no lo es porque no tiene cuerpo. Defines así el momento de una manera más verdadera. Muchas veces los versos finales no soy yo quien los busca, pero es necesario que en ellos me posicione yo ante esa realidad
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