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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



lunes, 28 de mayo de 2012

Muchas personas amigas



  Muchas personas amigas, me dicen que soy una persona buena.
 Me duele lastimarles, en aquel momento mis labios se cierran. No saben qué contestar, pero les gustaría tener las fuerzas necesarias para devolver a la realidad tanta mentira como pasa por sus venas y poder irla transformando a partir que las horas le señalan que llega el tiempo en que pueda serlo. Hay una realidad que se fija en él, son buenos ¿oyes?, pero amigos, es todo un fingimiento. Lo quiero conseguir, pero todavía no he podido hacerlo parte de mi voluntad. Soy como una marioneta, cualquier cosa sirve para fijar una vida a partir de ella.
  La que más me revienta es Palmira, pero ahora menos porque comprendo que si una persona está educada así, el que se porte de esa manera no es culpa suya. Es que me llama filliño, y eso me parece tontito. Y se extiende al resto de la sociedad.
  Un trabajo seguro era el de jardinero y mi madre me lo había dicho un día. Hasta que me animó Julio. En mi casa podía aprender. Sin embargo, siempre eran un no tener ganas. Muchas veces pensé en limpiarle los tomates, sin embargo, ahí se quedó y lo hizo Palmira. Siempre me daba la impresión de que todo el mundo conocía mis intenciones antes que se las dijera y cuando en la fiesta me acercaba a una chica, ella ya sabía que le iba a pedir a bailar, o en la convivencia un beso. Creo que lo que en verdad sucedía era un no saber cómo decirle que quería aprender, sin que ella pensase que lo que quería era aficionarme a eso. Sólo observaba a veces o me fijaba. Me da la impresión que nunca quiero darle la razón a nadie, pero la única verdad es que la tienen. Yo, haciendo eso cuanto antes me acuerdo de hacerlo, intento manifestar que se la doy.
  Subí con Quico de las Damas, porque fui a ayudarle a curar a Scubi y me dijo: Me caes bien. Te voy a contar un secreto. Tengo un hermano que, de una patada, le fastidió una pata a un perro. Después, en casa, llegó mi madre y, cuando le vi sola, le dije que una de las Damas me ofreció calabacines y verduras. Yo les respondí que sí teníamos, pero que los guardase para ellas. Pues se enfadó: “La birria de verduras no son ni la mitad de las de ellas. ¿Desde cuándo tenemos?”. Y me enfadé: “Bueno, voy allí y les digo que no tenemos”. Pero me sentí culpable.
  Me parece que algo de lo que me pasó, viene a ser a nivel psicológico o algo así. Es el poner la historia en cada enfado de ellos: cualquier enfado parece como si trajera consigo todo lo malo, no hace falta que me lo recuerdes. Y después miro el cesto éste y recuerdo lo que pasó con este otro que tan ilusionado hacía, y me deprimo mucho más. Ahora dice que voy a ir a un centro de Vigo, donde está Lourdes.
  Tengo miedo por lo que puede pasar. Cuando me indicó que iría a un centro, yo ya pensé en aquél. Y puede que adivinara un cierto gesto de molestia en mi cara: podía tenerla, tal vez necesite un poco de tiempo para pensar que al final me gustará ir. No iba a decir que no. Pero se enfadó y gritó: “Tienes que ir. Irás con papá en coche es un curso de un año”. No sé por qué me enfado por todo, no sé si estoy aburrido de ese todo. Me parece que es el cansancio a tantos silencios sin poder hablar. Ni aún poder darles la libertad para expresarse. Así se vuelven tan feroces y no merecen vivir. El cansancio a creerlo todo perdido, a creer que ya no existe otra cara. El aburrimiento que se sucede a cada segundo, sin poder hablar tampoco. Y nadie puede hablar. No te preocupes, hay muchos que te dejan cantar por ellos.
  Ayer viernes fueron Quico y mi padre a una adoración nocturna. Quedó mi madre y Malena. Fui a regar los tomates, pero no tenían hoyo. Y pensé: Voy a hacerles yo. Sé cómo se hace. Y lo hice. Sé que al hacérselo a uno le toqué las raíces, así que entendí por qué había que hacérselo un poco alejado. Me daba rabia el hecho de que hacía dos días que no se regaban. Cuando se marchaba mi padre, le pregunté a mi madre: Mira. Los tomates… Y empezó a gritar. Me dijo lo mismo de siempre y lo que más rabia me dio, fue Malena, que decía: “¿Viste?. Y después me dices a mí por qué le digo. Yo también lo pasé mal”. Me preguntaba por qué había llegado aquello.


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