pensé que ya se había roto mi relación con ellos, al menos, para mí era de
esa forma. Pero, aunque ya no me gustara relacionarme con ellas, me quedaban
los chicos y los momentos que podía pasar allí, ya no iban a necesitar de
ellas. Creo que fue Miguel quien me dijo que casi no me conocían. Aquello me
dolió, por todo ese tiempo que hablé con ella e intenté que lo hiciese ella
también. Lo tragué, pero no estaba del todo de acuerdo. ¿Por qué volver?. Si
eran de esa forma, ¿para qué hablar más con ellas?. Me daba pena no ser uno de
ellos. ¿Era tanto un beso?. Tal vez mi ilusión debería de modificarse. ¿Eso
quería decir que ya jamás debería cruzarme en su camino?. Era ella quien no
debía hacerlo, porque me daría asco. Yo la había visto como una persona ya joven,
y todavía era una niña. Nunca llegaría a entrar en ese grupo. A partir de
ahora, cada vez que viese a alguno de ellos recordaría aquel mal rato. No debía
cruzarlos en mi camino. Era demasiado chiquilla. Comprendí que los muchachos,
llegada una edad que solía ser aquélla, comenzaban lo que se dice a ser
mayores. Nunca supe qué era eso, supongo que debe tener relación con su órgano
genital, creo que se dice así. Y cambian en la misma forma de ver la vida.
Tal vez a ella le hubiese ocurrido igual, se encontrara en esa etapa.
Supongo que sería eso, cuando una es niña todavía, no se hace tantas preguntas.
Lo mejor sería olvidar aquel episodio y mirar que la vida continuaba, aunque
cuando pensase en aquel barrio o lo recordase sintiese una espina. No te
preocupes. Creo que el tiempo todo lo acaba por sepultar.
Porque le dejes de hablar a María no quiere decir que se haya acabado todo
aquello para ti. Acaso tendría razón todos cuando comentaban los chicos con los
chicos y las chicas con las chicas. Bueno, debe ser verdad que ella se está
convirtiendo en mujer. Algún día recordará aquello. No sé qué pensará entonces,
me importa bien poco. ¡Bah!, ¡Un cuerno! ¡Olvídalo!. Un no no destruye el
mundo. Sé que el domingo siguiente fui allí, aunque no si fue aquel día u otro
cuando me acerqué a aquel cuarto, y les vi jugando a lo mismo. Y me marché de
allí. Me llegaba a dar asco. No merecía ni mirar aquello. Fui a jugar a las
cartas y recuerdo que Mucha me dijo que no lo tomase en serio, que se estaba
convirtiendo en mujer, y empezaba a cambiar. Yo le dije que me lo había
imaginado, estaba volviéndose muy rara. Y allí quedó la cosa. Sé que días
después jugaba con ellos al escondite. Eso creo que enraizó más mi
inclinación por las niñas. Desde hace tiempo, yendo a Vilariño, llegaba a las
diez y cuarto y comenzaban a llamarme la atención dos niñas que siempre
llegaban más o menos a esa hora. Y empecé a hablar con ellas, a hablar y a
jugar, no sé qué hilo misterioso hizo que me fijara en ellas. El primer paso
para acercarme a ellas fue el preguntarles el nombre. Me ayudó mucho el
olvidarme de tantas veces, pues eso me hacía preguntárselo más. Y, no sé como
empecé, les di un golpecito con los dedos en la cabeza. En aquel momento, no
conocía a nadie que se pudiese enfadar. Aquello no les disgustó, al contrario,
se lo tomaron como un juego, que era lo mismo que sentía yo cuando lo había
hecho. Y me echaba a correr con ellas detrás de mí. Se enfadaban, pero era un
enfado infantil. Les empujaba en los columpios. Así ya tenía alguien con quien
hablar, una amiguita; bueno, dos, que me hacían olvidar otras muchas
discusiones.
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