Ellas comenzaron a ser la feliz introducción
para cuando llegase Teresa y fuera feliz, más aún. A veces les decía:
"Bueno, ya no os pego más", y al rato volvía. Lo que me maravillaba
era que no se enfadasen. Eran hermanas, pero Natalia un poco mayor. Todos los
domingos me gustaba llegar pronto por ellas. Y jugaba también con las otras
niñas. Si algún domingo no las encontraba allí, jugaba con las demás, pero en
el fondo me sentía un poco solo. Las había llegado a querer
también.
Varios
meses estuve así jugando con ellas y, un domingo, al ir a subir en bicicleta
desde el convento, las encontré y les dije que si subías a alguna. Ya había
subido a alguna niña más, y me agradaba porque al final del viaje, les pedía un
beso y me lo daban. Yo procuraba que todas fuesen niñas. Primero subí a Vanesa
creo, y le iba diciendo por el camino que me atropellaría un coche, que la
tiraba a la cuneta, que chocábamos con un muro. Y también le dije que al final
me daría un beso. Me dijo que si, y me animé más. La dejé, me lo dio, y fui a
buscar a Natalia. Le dije lo mismo, tal vez con un poco más de miedo, porque
era un poco mayor, pero no importó. Así que también me lo dio.
Al
domingo siguiente también las encontré en ese mismo lugar, pero ahora llevaban
a su hermana pequeña. Así que les dije si bajaban. A la primera que monté fue a
la hermana pequeña, porque quisieron ellas. Y la bajé. Pero al llegar a la
parte final de la cuesta, y la coloqué en el suelo, empezó a llorar y miraba
hacia arriba. Le quise preguntar si había hecho algo, pero sólo lloraba. Me di
cuenta que se sentía lejos de sus hermanas, así que le dije que las iría a
buscar y subí la cuesta. Llegué arriba y se lo dije a Vanesa, así que subió y
la bajé a toda velocidad. La pequeña intentaba subir la cuesta andando. Llevé a
Vanesa y entonces ella dejó de llorar. No sé si entonces me dieron un beso,
creo que si, las dos. Lo que no sé es si a la vuelta me lo dieron. Creo que en
ese momento también. Bajé a Natalia y ella también me lo dio. Creo que les
dije: "Ahora me lo das tú y a la vuelta te los doy yo", pero eso es
sólo un truco porque también me lo dan ellas. Al principio fue dándole dos
besos a Isabel Faria, que le dije que no era justo darle dos besos al aire,
porque tal vez esperan darte uno y que tú le des otro. Todos ya sabían que
había que dar cuatro, dos ella y dos yo.
A
la vuelta también las subí y me lo dieron. Esta vez subí primero a Vanesa y
después a la pequeña. Entonces le dije: "Ya no estás enfadada, no vas a
enfadarte más, ¿verdad?". Su cara era más alegre y me gustaba. Pero me
dijeron que tardarían varias semanas en volver porque se iban. Mi madre seguía
enfadándose conmigo y yo, muchas veces, no le encontraba razón, me seguía
convenciendo de que fallaba el diálogo.
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