Cuando abrazo mis sueños
siento que la lluvia se desliza
por un valle empinado
de recuerdos,
por una colina untada
de ilusiones,
esperando embellecer
la hecatombe
que fragmentó mi mundo
y calcinó mi cuerpo.
Aún,
albergo la esperanza
de sentir un beso tierno,
una caricia con sabor
a caramelo,
un abrazo de oso
salpicado de amor ingenuo,
sobre nubes de algodón
en tiempo de invierno.
Anhelo sentir la lluvia
derramada en mi cuerpo.
Pero mi piel solo percibe
la humedad de un desierto;
y las gotas destiladas
se vuelven un rocío seco
evaporado en el horizonte
de mis sueños.
Los besos,
heladas desapacibles,
las caricias,
tormentas desagradables,
y tus labios
un mar espumante
y tormentoso
que roza mi corazón.
Siento un suspiro disecado
sobre las olas que me bañan
calcinadas en dolor,
un suspiro que devoró todo recuerdo
cuando la lluvia se derramó
y fue solo eso...
Recuerdo!
Entonces,
se agotan los sueños
que ante nubes negras
y densas
me dejan un sabor
a colina sin verdor.
Terribles amenazas
que barren la escasa humedad
que cubre mi cuerpo,
lo someten al abandono
y al huracán que levanta
la tormenta de polvo
que es hedor y podredumbre
en la soledad.
Soledad
que alcanza mi destino
posándose sobre mis pies
como un cadáver insepulto,
que deambula sin horizonte;
porque la brújula de los sueños
no sabe ceder a las desgracias,
dejando indefensa
a la niña de mirada tierna
que soñaba con un amor
bañado en estrellas fugaces,
envuelto en nubes de algodón
que se volvían melodía
en un cofre de sueños.
30-NOV-11)
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