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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



jueves, 10 de octubre de 2013

En quien en verdad tienes que pensar es en Lupe.

 Ya por fin has encontrado los cuentos en la libretita pequeña. Bueno, pues a pasarlos. Todos te esperan, Lupe también. Pensaste en casarte con ellas… tú ahora vive así, el tiempo dirá. Sabes que él quiere lo mejor de lo que te pueda conseguir. Ya verás, podremos volver a escribir lo de antes. A ver si tienes las cintas ahí dentro. En el viaje no las pusiste, se estropeó el aparato. Aunque no te acuerdes, sé que te estás preguntando ¿qué viaje?. Bueno, al menos pasamos un rato, la mano no la tienes tan fría. Malena quedó en cama. Bueno, yo con la ilusión de vivir pronto.
  ¿Sabes?, aquella llamada que hiciste ayer a Porriño no duró ni medio minuto, pero fue la que más te animó, ¿no crees?. Ya tienes otra cara para Lupe. Justo ahora… fenómeno, ¿no?. La chica que se metió allí abajo. ¿te gustó, no?. Si me dijo trola ella me lo dijo primero, me había quedado mirando. 
Bueno, no te propongas nada especial para estas fechas.
  ¿Qué quieres?: te tengo a ti. Mejor de esta forma. A ver qué nos reserva la Navidad: la convivencia tal vez serás lo mejor… No, tal vez no; ya empiezan a llegar los primeros niños. Y un gatito como el pequeño de casa. Ya van a ser y media. ¡Jo!, pasó el tiempo ahora rapidísimo. Bueno, te entretienes con lo que dicen. Llegó Mayte. Espero otra vez. A buscar la carne de Carmen, pero no sé si algo más. Mejor así: aprovecho para llevar la carta. Pero a ver a qué hora. Mañana vas a Vigo y te quedará más cerca el viernes.
  En este periodo de rehabilitación muchas veces se encontró con barreras insalvables. Barreras que además de oponerse se encerraban en sí mismas… Y aquel muchacho se quedaba triste, porque quería enseñarles el maravilloso mundo de la amistad y no querían conocerlo: preferían quedarse en sus ambientes mundanos y no embarcarse en aquella aventura de la felicidad… Y aquello le hacía llorar.
 Poco a poco iba familiarizándose con aquellas lágrimas: no decían nada a la realidad y podían morir sin que nadie lo supiese.
Otras veces, aquella tristeza llegaba al punto de desear la muerte. Francamente no sabía lo que hacía. ¿Valía la pena vivir cuando el amor no existía?, ¿qué sentido darle entonces a la vida?, ¿por quién luchar?. No quería hacerse preguntas de este tipo, porque comprendía que tampoco vale de nada desesperarse. Además, la vida no era así. Siempre que se deprimía llegaba a él una palabra de ánimo interior que le empujaba a seguir viviendo y buscando.
  Pasaron algunos años y este chico ya había pasado, no sin dificultades, aquel periodo nefasto. Ahora ya se sentía más libre y podía desarrollar su camino: le tocaba regar aquella semilla y en su cara dibujada una sonrisa, él sabía que podía crecer. Había descubierto otra vida que podía crecer junto a la vida real, aquel sentido que hubiera podido morir.
  Había crecido, ya tenía veintiún años. Conocía desde uno o dos años antes a un grupo de jóvenes que creían en la amistad y en la grandeza de ir luchando juntos: se había arrimado a ellos, consciente de que allí encontraría lo que tanto buscaba; le atraían sobre todo las convivencias.
  Aquél era un mundo especial, era la realidad que tanto había soñado: juventud unida por unas mismas ilusiones, conocerse por unos mismos sentimientos… aquello era vivir en una misma eternidad de amor. Y cuando entre toda aquella amistad, en donde cada una no se sentía una más si no inmersa en un mismo amor, levantabas la vista a la soledad, contemplabas la infinidad de Dios. Y a Él le veías en todos, luchando en una misma hermandad: aquélla era la majestuosidad de su nombre y de su Reino. Quizás podías encontrar más dispuesta y afianzada tu sinceridad junto con tu libertad misma para luchar entre las traiciones.
  Nuestro chico sentía una llamada desde lo más íntimo de su alma, que le decía que aquél era el mundo que había buscado durante toda su vida.
  Y desde aquel día decidió sumarse a él: ofrecer la amistad que en su corazón había para intentar ayudar a los demás. Comenzar a reproducir aquel sueño y por él y en él extenderlo sin fronteras. La misma divinidad eterna la haría conocer. Por otra parte veía un encuentro con Dios, con el guía de su vida; en el fondo con el que la había llevado hasta allí: aprender más de su palabra y embriagarse en su amor… dos capacidades que sólo llegaban a él para repartirse al mundo.
  Cierto es que todos estos pensamientos no aparecieron el primer día, sino que los asimiló pasadas dos o tres convivencias… pero todos estos rasgos los tenía presentes cuando comenzó a ir a ellas.
  Alguien se los decía, alguien que conocía perfectamente su corazón y todo su ser y que conocía toda su vida. Alguien cuyo espíritu latía allí y le había llevado para encontrarse de nuevo con él… para presentarle su Reino, su Reino de hermandad en donde sólo se respiraba amor: amor puro, pero no para tener guardado si no para desarrollarlo y extenderlo.
  Aquél era el mundo que siempre había buscado, el que le llenaba las manos y el corazón, el que siempre había vivido consigo. Ya por fin lo había encontrado.
  La convivencia era una especie de vivencia cristiana ya preparada con anticipación que comenzaba un sábado por la tarde y terminaba el domingo por la tarde. Nos ayudábamos unos a otros, intentábamos reflexionar juntos compartiendo nuestras ideas y oyendo nuevos pareceres. No estaba limitada a una determinada edad. Iban de todas, aunque solían predominar las edades jóvenes, entre los quince y los veintidós años. No obstante había personas mayores y niños más pequeños.
  Había tres durante el año: una era a principios de Enero, otra el sábado y el domingo antes de Semana Santa y la tercera a principios de Julio. Y había un día llamado “Día de la Juventud” de convivencia al aire libre: solía ser en Mayo, aunque podía cambiar…

- Realmente- pensaba yo- a estas amigas empezaré a conocerlas a través de las cartas. Estoy seguro que todas me harán muy feliz, el tiempo me lo dirá.

1 comentario:

  1. 1.-En este periodo de rehabilitación muchas veces se encontró con barreras insalvables. Barreras que además de oponerse se encerraban en sí mismas… Y aquel muchacho se quedaba triste, porque quería enseñarles el maravilloso mundo de la amistad y no querían conocerlo: preferían quedarse en sus ambientes mundanos y no embarcarse en aquella aventura de la felicidad… Y aquello le hacía llorar.
    Poco a poco iba familiarizándose con aquellas lágrimas.

    2.- ¿Valía la pena vivir cuando el amor no existía?, ¿qué sentido darle entonces a la vida?, ¿por quién luchar?. No quería hacerse preguntas de este tipo, porque comprendía que tampoco vale de nada desesperarse. Además, la vida no era así. Siempre que se deprimía llegaba a él una palabra de ánimo interior que le empujaba a seguir viviendo y buscando.

    3.-aquello era vivir en una misma eternidad de amor. Y cuando entre toda aquella amistad, levantabas la vista a la soledad, contemplabas la infinidad de Dios.

    4.- Aquél era el mundo que siempre había buscado, el que le llenaba las manos y el corazón, el que siempre había vivido consigo. Ya por fin lo había encontrado.

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