Me gustaría que lloviese...
o que tronase hoy me
gustaría.
Me asusta esta calma…
que no sé a dónde me
llevará:
me asustan sus
continuos parpadeos en silencio.
Una brisa suave
acaricia mi ventana
y me detiene… y sé
que es ella:
la soledad,
que también se
asusta. Me gustaría que lloviese
o que tronase, pero
no esta calma…
que unas veces me
inquieta
y otras me ahoga.
Sólo el viento frío
me comprende, si,
ese viento que siento
temblar sobre mis piernas
y muchas veces me
cierra los ojos y los comprende.
Hoy me intranquiliza
estar solo,
no sentir el mundo
ni percibir siquiera
su continuo movimiento a mi alrededor; hoy me ajusticia pensar que todo se ha
parado
y que no ha de volver
a moverse.
Me gustaría que
tronase hoy…
si, que tronase y que
su sacudida
fuera una forma de
entrar en mí
y de relajarme.
Seguro que me aceptaría como soy.
Pero sé que a veces
lo que quiero es imposible…
porque para que fuera
posible
necesitaría señales
inequívocas y exactas que no hay…
Me gustaría que sólo
un gesto mío
fuera capaz de
transformarlo.
Hoy está lloviendo, pero de una forma débil, casi imperceptible; mientras el sol, por momentos aparece como un déspota, hiriendo con sus cálidos rayos tiranizantes. Parecemos hombres del tiempo hablando de sensaciones isobáricas y señalando en los mapas la próxima aparición de la cambiante inestabilidad de nuestras neuronas. Se avecinan cambios. Hay una incursión de aire frío en las elevadas cotas atmosféricas y un viento que desmembrará todos los paraguas. ¿Significa esto que se nos encogerá el alma cómo un calcetín apretado?
ResponderEliminarSe avecinan cambios, Raúl, tienes razón. El tiempo que se desarrolla fuera de nosotros sólo es imagen de lo que se mueve en nuestro interior. tal vez sea un cambio necesario, eso se verá con el tiempo, hoy necesitamos hacerlos para comprobar que algo se mueve en nuestro interior que es acorde con la vida. Y cierto es que todo caambio trajo sus frutos
ResponderEliminarUna frase increíble en tu comentario: "El tiempo que se desarrolla fuera de nosotros sólo es imagen de lo que se mueve en nuestro interior.".
ResponderEliminarSi cambiamos nuestro interior todas las demás cosas cambiarán, como satélites de ese sol único que es nuestra alma.
Raúl, ahora es cuando veo más claro ese "interior" del que te hablo. En verdad siempre... podemos decir que siempre estuve dando vueltas buscando el mismo camino, pero nunca lo vi tan claro como ahora. Y todo lo que escribí toma un nuevo sentido: que todo fluye de dentro de nosotros
ResponderEliminarEncuentro un final mucho más rotundo cuando termina el poema en: "Pero sé que a veces lo que quiero es imposible…/porque para que fuera posible/necesitaría señales inequívocas y exactas".
ResponderEliminarMe agrada tu clarividencia. Yo también querría un poco de esa trasparente verdad para acercarme con otros ojos a la vida. Pero es totalmente justo que un ser como tú, dotado de una inexpugnable autenticidad, recoja el atributo de esa circuntancia en nombre de todos los que osamos apropiarla.
¡Noto que estás más filosófico e introspectivo en tus comentarios!
Raúl, ahora que me dices esto recuerdo las veces en que trabajábamos los escritos al principio y siempre me lo decías. Y el caso es que me parece verlo como tú: más rotundo y revelador. Pero este texto es parte de la prosa que escribo y como todos busca centrar la idea en un contexto concreto. Me agradó mucho cuando escribí éste la frase última, me pareció auténtica, por eso en "me gustaría que sólo un gesto mío fuera capaz...", quise expresar que estaba totalmente de acuerdo con el sentido del texto
ResponderEliminarTodas las frases tienen un significado, a veces por si solas y otras en un contexto implícito. Me gusta que los poemas no sean simples alegorías y que tengan un revelador ser interior, así como una estructura formal que construya ese templo de la palabra como un Ateneo o un Coliseo. Fundamentalmente me agrada dejarme llevar por las expresiones bien definidas y una oratoria consecuente y equilibrada. Es esto último, el equilibrio, lo que realmente es más difícil de lograr.
ResponderEliminarComo con todo, Raúl, merece un trabajo de alquimista. Pero muchas veces ese mismo equilibrio que un poeta siente no es el mismo que el de otro. En eso radica la belleza de la expresión poética: en que cada persona puede extraer en un poema parte de su vida. No siempre busco las expresiones bien definidas sino más bien el conjunto, el contexto. No es fácil, es verdad, aunque algunas veces pueda conseguir. Todas las personas somos únicas, Raúl, esto es, formamos una unidad: eso es lo que nos hace diferentes unos de otros y a la vez grandes
ResponderEliminarEstoy mirando el icono de tu bandeja (espero que esto no suene demasiado deshonesto). Tendríamos que cambiar esa imagen de retablo o "Pórtico de la Gloria" que aparece en el encabezado, ¿no crees?, por una un poco más difusa, con algo de misterio.
ResponderEliminarNo concibo el equilibrio como expresión propia (hay melodías que agradan más a unas personas que a otras, por simple emotividad o empatía).
Yo me refiero, más bien, al equilibrio formal (al equilibrio del alquimista), a esa balanza de compensaciones que orbitan en el poema y lo transfiguran en una unidad plena, acompasada y definida. Cuando el poema (como una piedra de mármol), ya desnudo de toda ostentación, se entrega para ser esculpido por las manos maestras que le conferirán su último ser, incluso su divinidad.
Dejándonos llevar por esa subjetividad a la que antes me refería (la subjetividad de los sentimientos), corremos el peligro de perder la objetividad de la expresión en aras de la desbordada sensibilidad que, en el momento, nos parece la más lograda melodía, y, en el fondo, sólo es una caldera donde el mosto de nuestra ansia se macera en su propio azúcar.
En algunos poemas intento buscar esa unidad de la que me hablas, pero en otros intento darle más fuerza a la imagen o a la expresión: también la imagen habla, no es sólo la que define el papel sino que intentas sentirte en ella. La fuerza de la expresión y el universo de los sentimientos no son algo irreconciliable: pueden combinarse ¿no crees?. Cuando escribo algo, muchas veces, y siento que me pierdo, sé que no he podido llegar a esa concreción que busco
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