El agua cubrió la playa
y apenas quedó rastro de nuestras pisadas,
ansiosas y a la vez serenas.
Nuestras pisadas eran paralelas entre sí,
por donde sabíamos
que jamás el agua alcanzaría a rebasar…
pero ese día quiso unirse a nuestros sueños
y se acercó
y se bañó en ellos
al igual que lo hace un niño al sentir su primera
ilusión.
Pero no iba a ser así para siempre
y por eso esperamos,
sentados en la hondonada, abrazados…
la hondonada que el mar respetó.
El agua cubría la playa
y nuestros cuerpos eran el viento,
ágil y misterioso,
cercano.
Yo lo sentía todo: el agua, el mar, el viento…
y a ti.
De un lado la cercanía del horizonte:
sus interrogantes,
sus coloridos;
del otro el abismo que compartíamos tú y yo,
pero que me hacía soñar.
La playa se despojaba de sus vestidos
arcanos para mí
y yo me agarré a ellos
para no sentir el paso de las horas.
Sabíamos que no siempre iba a ser así:
que no siempre la playa iba a ser la playa,
que no siempre mi estancia iba a estar con ella.
Nos estábamos haciendo inmensidad.
Para hacernos un poco más inmensidad..., lee en este blog algo de Lois pereiro y de Luz Pozo Garza, seguro que te gustará.
ResponderEliminarhttp://sinpermisodetucaranilicenciadeustedes.blogspot.com.es/2011/05/furia-y-palabra-necesaria-lois-pereiro.html
te agradezco la referencia, Raúl. No cierro la puerta a todo aquél que me pueda aportar algo y tú lo sabes. Le eché pues un vistazo y me pareció interesante. Me quedo con este blog y seguro que contaré más veces con él
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