y
me preguntó dónde estaba. Le contesté: entre las rejas. Ya levantó un poco la
voz: "No, en el abono". "Entre las rejas", volví a decir.
"Enséñame el mango". Me dije: "Llega la hora de que me dé
la razón".
Esperé, porque hablaba por teléfono. "Me caerá a mí, pero no estaba donde
tú dijiste; además, tú también buscaste en los conejos". Cuando terminó de
hablar le di la hoz. La cogió diciendo "en el abono". Cuando
veía, me alegré: iba a reconocerlo. Me dio la razón pero me dijo: "Aquél
tampoco era su sitio".
Cuando ayer venía de fiesta, venía pensando en un posible poema, pero lo quise
dejar para esta mañana y se me olvidó. Venía de la fiesta con el callo del pie
doliéndome. Sólo bailé una, pero no lo pasé tan mal. Prefiero guardarme para
las fiestas de mi pueblo.
¿Qué puedo decir cuando dejan de escribirme?. Pensaré que fueron solamente un
paso en la vida. Ya las habré perdido para no volverlas a ver, pero se irán con
una sonrisa y yo me quedaré pensando qué será del viento cuando no las
encuentre conmigo. Nunca he pensado que las he perdido para siempre. No sé qué
me pasa estos días.
Mi tío Eduardo me escribió hace varios meses. Muchas veces me he puesto a
escribirle y he terminado rompiendo la carta, a veces hasta ni empezada. A
Teresa, a Ana, y a otras, con unas ganas grandes de escribirles, y nada.
Oye, seas quien seas, quiero que sepas que solamente te haré una pregunta, una
palabra. No importa lo que haya que esperar: días, meses, incluso puedo esperar
un año delante de ti, inmóvil, serio, contemplándote. Sólo te hará una
pregunta, un instante del que puede depender todo un mañana sin tiempo,
indefinido. Esperaré, no me habías dicho nada y quiero ser libre para soñar.
Quiero poseer el mundo en esos instantes, mientras espero. Todavía no he
perdido la ilusión. No querré grandes elocuencias, no; una palabra, quiero que
seas tú lo que tenga que decidir en este instante. Tú le puedes dar a una hora
el valor de un segundo, pero quiero que sepas también que puedo ser despiadado,
traicionero, podré mirarte de reojo sin estar tranquilo, tal vez porque no
puedo olvidarte.
Te dije que había hecho una bandeja, y si no, te lo digo ahora. Si, una
bandeja, al principio no sé cómo la quería, pero más o menos entendí el
esquema. Con dos asas para coger. Y la hice.
Varios mimbres se rompían, sobre todo al intentar doblar por debajo: a pesar de
eso algunos quedaron bien así. Y al rematar por las asas, quedaban mal doblados
porque había que meterlos por los espacios y se quebraban. Uno de ellos quedó
sin darme cuenta por detrás. Y me repetía: Para la próxima lo haré más
estudiado y lo haré mejor.
Y empecé otro, me mareaba, en sentido figurado, contando los agujeros y
predisponiendo los remates. Empecé por una esquina. Mañanas enteras empleaba,
para fijar cada vez más la atención. Con la regla, el lápiz, la goma, hice los
agujeros y preparé unos mimbres. Recuerdo que, cuando iba a empezar la primera,
me decía: No sé cómo saldrá, la idea la tengo, pero sería mejor viendo un
esquema. No sé cómo quedará por arriba, pero resolví: hizo los agujeros a
voleo, da igual como salga, siempre será la primera.
Había comenzado ésta segunda con mucha ilusión. Entre ayer y hoy y no sé si
antesdeayer, terminé de rematar por abajo, ya con el asa, incluso la procuré
hacer un poco baja porque le gustaba más a mamá. La hacía en la cocina,
señalaba los agujeros para otro lado. Llegó a casa y me dijo: "Tráeme la
tijera para cortar el asa, así quedará mejor". Pero me enfadé: Ahora que
me había hecho ilusión, pero no me salió más. Mariora me dijo: La ilusión la
puedes tener ahora. Antes de cortarla me dijo que el asa le había quedado muy
alta, así que le traje la otra para comparar y había quedado más baja, la
cortó. Jo, yo no quería los mimbres para esto. Tenía ilusión en tenerlos, para
hacer, pero sigue sin escuchar. "Queda bien, ¿te gusta?", todo cosas
demasiado superficiales.
¿El conejo? ¡Criatura obsesiva y roedora!
ResponderEliminarTodos tenemos un conejo en medio de la sien: abonando nuestro cerebro con su estiércol, haciendo madrigueras en nuestras neuronas, comiéndose los tréboles del hipotálamo, juntando los dos hemisferios de nuestra bóveda con un túnel, criando a sus retoños detrás de nuestros ojos en la misma pituitaria de la razón.
Yo estoy contigo...
lobezno
Los animales nos enseñan lecciones de vida bastantes veces, pero también son los que nos hacen reconocer lo que somos. De una u otra forma están ahí para hacernos reconocer lo que somos
ResponderEliminar¿Y qué somos?... Más animales que los propios animales.
ResponderEliminarlobezno
A veces es cierto, Lobezno. De hecho todos somos parte de ese animal que nos desboca. Nos dejamos llevara por unas pasiones que no podemos controlar. Pero tenemos ese espíritu que nos hace ver otra realidad
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