porque
el suelo estaba fregado, aunque podía hacerlo ya que nadie me veía, pero volví
a mamá y me dijo que le llevase el rojo a su habitación. Cuando marchaba por el
pasillo, oí a mi padre: "¿Pero no habíamos quedado en que…". Y me
dije: "Ya estaba preparado".
Pero iba en dirección a su cuarto y quise fingir no haber escuchado aquello.
"Bueno, no importa. Ya sabes qué hacer. Tú vete si ves a Betty". Me
da pena, porque noto en mi madre algunos detalles que veo que me sigue
prefiriendo: está casi pendiente de mí en la mesa, o lo primero de lo que corta
si es sandía o así me lo da a mí y si estamos en el salón y son galletas,
también son para mí; y si llego y quedan pocas me las ofrece a mí. Me dio pena,
porque en algún momento pudiera haber habido algún roce entre ellos. Y yo, el
culpable de esa discusión. Cuando le llevé el monedero, me dio doscientas
pesetas y me fui. Iba pensando en eso, sólo en eso. Me dio pena. La vida podría
ser distinta. No sé quién me dijo un día que la mejor forma de enseñar era
dando ejemplo y también añadió que haz que te conozcan los demás por tus obras.
Un día me había dicho que mis padres llegarían a conocerme por lo que hiciese,
así lo quería, aunque muchas veces me planteaba el que por algo que hiciera, me
decía: "Si te conozco más de lo que tú piensas". Pero entonces todo
esto se mezcló con otra idea que venía manejando desde hace tiempo, y era que
no soy como creía un viejo, sino un chico y la vida tengo que asumirla yo
mismo.
Llegado a este punto, siempre me encontraba con el mismo lío: sin trabajo, sin
voluntad, ¿qué buscaba?. Envidiaba cualquier trabajo. Mi madre me dijo que me
metería de albañil, yo murmuraba ¿por qué no?. Pero ella no lo hacía y entonces
pensaba que era muy duro. Siempre, cuando estaba solo a veces, y ese día por el
camino, me preguntaba: ¿Vivir mi vida, independizarme de ellos?. ¡Bah!,
olvídalo. No sé, pero me parece que puedes ir acercándote. Como dijo don José
Carvajal, no quiere decir que dejes de hablar con mamá o un día no puedas hablarle
de todo. Pero, ¿y esos momentos que están enfadados y se equivocan tantas
veces?. Creo que el decir "no reconoce que lo hizo mal" no es la
solución, porque me parece que nadie lo reconoce. Ni él ni ella muchas veces, y
yo apostaría mucho más por ella. ¿Qué consigo con eso, si a nadie le es
válido?. Pero, en mi interior, yo sí quiero reconocerlo para evitar caer otra
vez. Reconozco que hay muchas cosas que quedaron mal hechas por mi parte.
El reconocer, aunque pienses que no valga en la realidad, es un maravilloso don
del alma. Reconocer para ayudar luego a encontrar otros errores que pudieran
quebrarse sin ti. Reconocer es una parte del futuro que te aclara el
camino y es un paso que te profundiza aún más en el conocimiento de ti mismo.
Reconocer es también reconocerte a ti, a tu alrededor, es pregonar, reconocer
debe ser lo que se llama amor. Con unos brazos sinceros y puros, que merecen
encontrarse en cualquier sitio, en todos, en donde quiera que pueda imaginarse
que se encuentre. Es merecer de esa misma forma. Me fui a la casa de Isabel, a
por la cinta que le había dejado a José. Por el camino iba pensando en el
baile. Bueno, ya sabes qué hacer. Vas allí, y hasta las siete y media estás con
las niñas aquéllas o con el padre de Rosi, que estará en aquel aparcamiento. Y,
después, entramos. Si están, quedamos, si no están, pues ya veremos, bailas un
poco y luego vamos a ver a Lourdes o por allí. Por pasar la tarde. Hoy no
quiero sentirme solo. Hoy en mi destino tiene que haber alguien. Las palabras,
la distracción, el estar con alguien me recordará a ella. Ya sé que estará
pensando en mí y alguna vez se preocupó, no quiero que me encuentre solo. Pero
no pienses eso, tú la vas a encontrar. Solo no te vas a sentir nunca. ¿Te
acuerdas de Encarnita?. Me da pena. Era más bajita que yo, si, parecía un
grandullón a su lado. Era tu amiga, hasta que un día te dijo que no y
comprendiste que ya se había hecho mayor. ¿Qué le había hecho yo?. Tal vez le
molestó que bailase siete u ocho más o menos cada domingo. No lo sabía, en
aquellos momentos, la vi como una chica que empezaba a ir, la verdad es que no
era muy guapa que digamos, sólo quería ayudarle a entrar en el ambiente. No sé
si bailaba mucho, yo sentía que no. ¡Bah!. Olvídalo. No hace falta que vayas
por donde ella, te va a saludar, pero me imagino que no va a ser muy bueno el
recuerdo. Sus dos amigas, ¿o tres?, no me acuerdo; ellas eran muy antipáticas.
Olvídalo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario