, y
le dije lo de la carretilla, me había pillado por sorpresa. Ella se enfadó, él
también, y yo me lamenté de no haber sabido mentir. Le escuché que podía haber
dicho que iba a pasar la tarde allí, como tantas veces hace tiempo, y me dolió
aún más por no haber sabido decirle eso. Me dije: Cualquier otra mentira podría
estar justificada, cuando no piensa herir a nadie o no es toda la verdad, pero
para esto no debería haber hecho falta.
Pero ya era tarde. Bastantes veces siento un vacío como si me faltaran las
fuerzas, muchas de las fuerzas, o algo así como no estar a gusto con haberme
metido en éste, como yo lo considero, callejón. Ahora parece que me canso de la
vida más fácilmente, no sé a qué puede ser debido. Son los momentos en que me
pongo a pensar, como si estuviera analizando todo mi alrededor. Son momentos en
que intento dar un sentido a todo lo que me rodea, que encuentro que a veces
ese sentido es fruto del tedio, de un sinsabor extraño. Creo que todo me parece
como si ayudase a regar ese aburrimiento de mi interior, a recordar que fue la
misma vida quien me lo enseñó. De nada vale decir "ya lo he
conseguido" y cambiar tan de repente a un nuevo modo de vivir. No se puede
concebir que el alma no pueda equivocarse cuando intente buscar la mirada sincera
de aquel manantial que saciará su sed. El hambre de su entorno, un mirador
confuso guiado por extrañas siluetas que bailan continuamente ante ti. Que
parece que te envuelven, que quisieran arrastrarte a su compás rutinario. Hemos
de enseñarle nuestra forma de imaginación, tal vez nuestras ilusiones que
puedan convenir en realizarse; hemos de enseñarle todo, porque así lo quisimos
desde el principio, y hemos de pensar que su ayuda es tan valiosa como la que
quieras tú encontrar. No se puede concebir que un día te caes, cuando tan cerca
parece el viento de todas tus palabras. Son palabras sin aliento tal vez, pero
debes pensar que a él le gustan. Ni siquiera vale para nosotros el decir
"ya lo estoy consiguiendo" con un "si mañana…" que no sabes
cuánto durará. Hazme caso, solamente el prolongar pequeños detalles en un
riachuelo pueden llegar a conseguirlo. Al final te estarán esperando. Además,
así no sentirá tu alma el haberte ido para siempre.
Es verdad que tú quieres conseguirlo. Pero, mira un momento, mira el paisaje,
¿qué ves?. Piensa que allí no hay malestar, ni odio. Pero, ¿qué culpa tengo
yo?. No sé, tú eres quien la tienes que encontrar. Cuando venías de Vilariño,
decías que no te importaba abandonar ahora la vida. Bien, te sentías mal. Pero
llegó un momento hace varios meses en que te convenciste que ya no querías
morir. ¿Qué puedo decirte?. Esto es un callejón sin salida. Cada vez que voy,
casi siempre porque es respuesta de alguien, "vete a pedírselo a mamá,
murmuro: ¡Bah! Más aburrido". Me parece que pongo el sentido de siempre
igual. Es verdad que no le dije a mi padre toda el sábado y, aunque era verdad
eso de que no quería decírselo, no me acordaba de ella. Pudiera ser decirle la
verdad de otro modo, pero el caso es que lo que le dije también lo era. Ahora,
por la tarde, pensaba ir a la discoteca, porque el otro domingo me encontré con
Susana, y le dije que avisara a Bety y a su amiga, para que fueran hoy. Aunque
la verdad es que Susana ya sacó novio, bah, nunca me cayó simpática, sobre todo
últimamente. Me parece que en una excursión a Fátima de los antonianos, una de
las primeras, ella fue la única que me había dado un beso. Y me gustaba estar
con ella, pero ya no era la misma; me daba pena que hubiese cambiado, pero ya
me había acostumbrado.
Una vez me acuerdo que hablé con ella, pero después se fue yendo igual que las
barcas del río, un mar desconocido. Le veía marchar, pero no dije nada. Que se
fuese. Y se marchó. Me había traído a Bety y Bety a Susana, su amiga. No
pensaba que Susana hablase con Bety pero, si así lo hacía, no quería que
viniese porque se lo hubiese pedido. Se lo diría el domingo, si la encontrara.
Y, con miedo por que me respondieran que no podía salir, pero preparado a ese
no, fui al salón donde estaban todos y le pregunté a mi madre si me daba
dinero. Me respondió: "Vete a buscar el monedero verde".
Fui a la cocina, pensando: "¿Viste?, no pasó nada.
En mi afán de extraer poesía, observo aquí un caudal que nos ahoga en su plácido murmullo. No necesito un exprimidor de naranjas para darme cuenta de que estoy probando néctar del bueno, de ése que se escoge de los frutos más tiernos para hacer el mejor de los jugos. Estos sentimientos tuyos son universales, me siento identificado plenamente. (No se puede concebir que el alma no pueda equivocarse cuando intente buscar la mirada sincera de aquel manantial que saciará su sed.)
ResponderEliminarSiempre un espacio en calma da lugar a una reflexión y ésta te permite ir comprendiendo el camino que pisas. O quizás lo que ocurre es que todos sentimos la necesidad de esos momentos en que nos sintamos plenamente nosotros, sin ropajes ni atuendos nuevos
ResponderEliminar