es ese alguien que siempre me acompaña, siempre está conmigo. Me enseña todo lo que él aprendió, sabe que la confianza es la principal fuente para llegarse a conocer, y dispone totalmente de ella. Ese alguien que llegó a mí igual que llegaste tú, de improviso, como dejando saborear de todo lo que puede traer. Confiando, eso si, fue lo primero que me mostró. Me enseñó la sinceridad. Ese alguien, si, hoy ya nos conocemos y no quiero que se vaya. Le digo que el camino no es para recorrerlo solo, le digo que me perderé si no llega a tiempo, el sabe que se ha hecho sinceridad el tiempo para los dos. Ese alguien con quien hablo cuando me encuentro vacío, ese alguien venido tal vez de las estrellas, porque también le aterra el vacío y lucha contra el silencio. No necesito darle un nombre, me gusta tal y como es. Tal y como me ha hecho a mí. Me parece que el hecho o la manera de llevarse tan bien Malena y Quico con mi madre, y yo no, sabiendo que tengo mayores posibilidades que ellos es que después de cualquier riña o discusión de hacer ella con alguno, ese alguno ya vuelve a hablar de nuevo con ella. Yo también lo tendría que hacer, pero no puedo, tengo miedo de dónde pueda salir.
Esta mañana, me desperté pensando que eran las diez, como
ayer nos quedamos hasta muy tarde… fui a ver qué hora era: las nueve menos
veinte. Así que me volví a la cama. Después sonó un despertador. No sé si fue
antes o después, supongo que antes, siempre tiene que ser así, se levantó mi
madre y dijo que le abriera a los perros. Me parece que les abrió ella. Me fui
a afeitar. No quería hacer ruido, pero, sin querer, parece que todos los ruidos
queréis venir conmigo en esos momentos. Subí a buscar una camisa y. como estuve
levantando unas y otras, se me cayó la tabla que las sujetaba. Así se rompe
después y no funciona, se escangalla. Cuando llegó hasta donde estaba yo, dijo:
¿qué te cayó?. Le dije que la tabla. Te levantaste a las ocho de la mañana
haciendo ruido. Yo podía haber dormido perfectamente hasta las nueve. No, tú
tuviste que hacer ruido. ¿Le diste verdura a las gallinas y a los conejos?.
¿Tienen agua?. Siempre haciendo ruido. Todavía son las diez de la mañana. Le
dije que había calculado entonces mal la hora. Bajé enfadado. "Creo que el
mal que me roe por dentro es el decir "Bah, déjalo, da igual". Salí
al campo y ella se asomó a la terraza. Me preguntó ¿a dónde vas?. Me dijiste
que fuera a buscar verdura. Con la ropa limpia no. ¿Tienen agua las gallinas?.
No tendrán, después he de ir yo a ver. Si tienen, se la puse yo hace varios
días. ¿Qué le diste a los conejos?. Pienso. ¿Pienso?, ¿cuándo lo compraste?. El
viernes. Había sido ella quien me había dicho: Si, vete a buscarlo.
Hoy, mientras venía de Vilariño, me puse a pensar que es
ella quien me quita las ganas de vivir. A veces me da por ocupar mi tiempo
libre, tiempo en que me siento con toda la naturaleza a mi alrededor, pudiera
también pensar a favor mía, en pensamientos que intentan buscar el poder
ayudarme, aunque casi siempre sea el mismo tema, siempre espero que le agrade.
Venía tarde, si, porque tanto si me quedo en Vilariño como si voy a visitar a
alguien, busco que ese domingo o ese rato tal vez, sea la distracción para toda
la semana, el poder sentirme rodeado de un mundo que, en verdad, quiera tener
presente tanto si me siento deprimido como si espero alguna depresión. Todos
los domingos suelo llegar tarde, sé que todo se atrasa en ese día. Hoy fue
especial. Ayer no supe mentir. Eso es lo malo que tengo yo. Todos suelen
hacerlo de una forma más tranquila. Y tienen más, muchas más razones que yo. Me
parece que eso tampoco sirve y yo, menos. Cuando marché y vi a mi padre
escribiendo en la terraza, quería ir a casa de Isabel para terminar aquella
cinta, a mi padre le podía decir la verdad, aunque no hablara de ella, antes
solía ir algunos sábados a pasar la tarde con José, pero en aquel momento no lo
recordé. Además, tenía miedo que me dijese que no. Y la fastidiaba. Así que le
dije lo del recado. Por el camino me pesó habérselo dicho, porque él no me iba
a decir que no, pero ya no podía volverme atrás. Isabel también me dijo que
aquello estaba mal, yo me reía, ya era momento pasado, no habría de volver.
Pero, aunque en el fondo me pesara, ahora ya carecía de importancia. Pasé un
rato feliz allí. Por la mañana le había dicho a Mariora lo de la carretilla
roja. Y recordó que Isabel le había dicho que no sabía, o no se acordaba, dónde
la había visto. Creo que fue eso lo que fundamentó mi mentira. Pensaba que si
le decía lo de la cinta, me diría que no. También tramé por el camino que la
mentira fuese en el sentido que ella fuese a su casa. Pero Isabel me dijo que
ya había ido. No importaba, ya se me ocurriría.
No lo he leído todo, pero me he quedado prendado de el primer párrafo hasta "... y lucha contra el silencio.". Éste es el tipo de poesía a la que me refiero cuando hablo de un cambio -unos versos más dialogados que buscan otro tipo de melodía lejos del artificio o el rebuscamiento de la poesía más lírica-. Concéntrate en esas frases, sus ritmos, su cadencia. Sin duda vale la pena el cambio. Un saludo, felices fiestas!
ResponderEliminarTe entiendo, Raúl, y cuando escribí estas frases en el blog me gustaron mucho. Pero date cuenta que se escribieron en una edad y en un momento determinado; por mucho que ahora quiera volver a vivirlo no podría. De todas formas ahí están y siempre el escritor vuelve, cual noria, a sus comienzos. Te deseo unos días en paz con los tuyos y, sobre todo, contigo mismo
ResponderEliminarNo importa la edad, es intemporal. Eso de volver a los comienzos me recuerda a unos versos de Eliot: "El tiempo pasado y el tiempo futuro,
ResponderEliminarLo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre." o cómo en esta otra: "Sólo con tiempo se conquista el tiempo." o ésta más: "Las palabras se mueven, la música se mueve
Nada más en el tiempo; pero lo que sólo está vivo
Sólo puede morir.", y para acabar: "En mi principio está mi fin."
No importa la edad, es cierto, es algo que no se detiene nunca. Lo que podemos aprender, comprender, experimentar y construir será enmarcado sólo en el periodo en el que estemos vivos. Ahora está llegando un fin de año, Raúl, y te deseo mucha paz para recibir el nuevo. Y mis deseos de que el tiempo nos haga descubrir la semilla divina que todos llevamos dentro
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