Triste y
sumergida, entre
recuerdos y
lágrimas que
ahogaban su
propio cuerpo,
ella miraba
su mortal cuerpo
mientras
seres oscuros
venían por
ella. De pronto
una voz, un
poco nerviosa, se
escuchó:
Huye de aquí,
Mujer, se
acercan los
viajeros,
esa sonrisa, que vez
son
engañosas no te
confundas
por aquello ni por
sus apuestas
miradas, son
demonios que
alimentan el
infierno con
almas puras
como la
tuya.