Perdido la he.
Triste me encuentro
por tanto,
cuando la veste de
aquel,
su leve manto,
de los sus ojos,
amor,
ya nada soy.
Perdido la he
clara entre la amargura,
lleno de la locura
que
a tan presta dulzura
y perdido encanto.
Dile a la temida
lluvia
y a mí me corroe la
envidia
y me desgarra la
tristura
de no acariciar jamás
su piel.
Un lenguaje bastante barroco que no llega a la actitud críptica de Mallarmé.
ResponderEliminarUlises quiere probar otros estilos: eso no está mal, en la variedad está el gusto. Además, puede ser el espíritu de un guerrero que perdió a su dama en mil batallas. Es cierto que no llega a una fluidez asombrosa, pero es de agradecer su variedad de recursos, ya que todos son interesantes
ResponderEliminarLas palabras son la herramienta del poeta (apelativo sexual). ¿La belleza aprueba todo lo que el poeta puede hacer con su instrumento? Creo que esa dama de muslos anchos y caderas espaciosas se ríe a escondidas de nuestra virilidad, de nuestro espíritu guerrero, fluido en recursos, que nunca le importó demasiado. Se complace con tener algo tedioso entre las piernas que le acaricie el alma y complazca sus cábalas con eyaculaciones poéticas.
ResponderEliminarEs cierto que la palabra duerme con el poeta, respira con el poeta y sueña con el poeta, de la misma manera que él interactúa con ella. Y de esa retroalimentación emanan todas las criaturas que hoy son el maná de nuestros silencios, de nuestras dudas. Pero a la vez que criaturas son también cómplices con nosotros de las tranbsformaciones que hay en la naturaleza
ResponderEliminarComo en el cuadro de Goya (Saturno devorando a sus hijos), el poeta se complace con el mana de sus criaturas. La palabra suele trascender al poeta, ya que el poeta es el simple vehículo de su creación. El alma del poeta es un portador del silencio cósmico (quiero decir cómico, comicidad y exuberancia).
ResponderEliminarTú ves al poeta desde tu hoy, pero cada poeta también tiene su "hoy" y si quieres destruir ese hoy matas al poeta; ¿qué quedaría entonces?. Saturno tiene derecho a devorar a sus hijos, igual que cada poeta tiene su cosmos
ResponderEliminarComparto contigo todas tus apreciaciones, es solamente darle una vuelta de rosca al tornillo, matizar, reflexionar e interpretar de forma nueva, mudando de piel como hacen los ofidios.
ResponderEliminarSólo quiero apreciar el esfuerzo de Ulises por sembrar un universo de palabras en donde es seguro que está su ilusiones y sus fantasías, dulces reflexiones en las que él seguro que ha edificado su castillo. Él solito se basta para defenderse.
ResponderEliminarEs cierto que si lo que se quiere es dar una vuelta de tornillo, nos podremos cansar de giorar la manivela porque como espectadores de un mundo desde fuera lo que nos deben sobrar son interpretaciones, ya que cada persona entrará en cada imagen desde su psique, o sea, desde todo el conjunto de información que tenga acumulada y eso le dará muchas versiones diferentes. Los ofidios no tienen psique, por eso no tienen rivalidades. Pero a los seres humanos nos la inculcan desde que nacemos
Tendremos que bajarlo de su castillo a la fría arena. Pero no lo desterraremos, por ahora (aún tiene un alma que mostrar).
ResponderEliminarMuchas veces es la misma realidad la que se encargha de bajar al poeta hasta la fría arena... y más aún, sin la fría arena el poeta no es capaz de darle un sentido a lo que siente. Es su alma quien se está mostrando a través de él, no es él quien nos muestra su alma; la poesía es un néctar divino que se bebe a pequeños sorbos
ResponderEliminar¡Bebamos pues de esos azúcares como abejas descarriadas! Si es el alma que se muestra, el poeta simplemente es el envoltorio de un alma. ¡Bebamos a pequeños sorbos, como hacen los espíritus templados, con la boca minúscula de nuestros sentidos y un beso de carmín!
ResponderEliminarLo que está fuera es lo que tienes dentro, lo que ves en los demás es lo que eres tú. Los espíritus templados lo saben: lo que ves en los demás es justamente un espejo de tu interior. El alma es la semilla divina que todo ser humano tiene dentro y su misión es hacerla más grande
ResponderEliminarUna semilla es como un globo que conducen unas manos infantiles y una ráfaga de viento lo arrebata a la estratosfera, donde todas las semillas, a un tiempo, revientan de inconsistencia (¡tal vez esa inconsistencia sea algo más que una mero trámite formal!)
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