Nunca fueron bien vistas mis ganas de fantasear ante la impotencia que el devenir del mundo me imponía: me torturaba su secretismo. Tenía que esconderme, que hacerme débil pero no me importaba si era por una causa justa. Me discriminaron a cambio de un pedazo de terreno, me echaron de allí sin saber qué es lo que quería. Nunca fueron bien vistas mis maneras de aprender del mundo. Y a veces me escondía de mí para huir de tus fueros.
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