Cuando había pasado el periodo del accidente
me encontré con una sociedad
distinta, una realidad distinta a como antes la había sentido: la gente solía
juzgar, te hacía sentir aparte… y hablaba, hablaba conmigo mismo, me retiraba para que nadie me escuchase porque a
las personas que hablaban solas se le solía calificar como “personas locas”.
Pero era mi terapia, mi manera de rescatar la fuerza: no te puedo pedir que lo
entiendas, “Estoy loco” me repetía como una manera de apartarme. Y sé que muchos
respetaron mi proceso porque me aislaba para hablar, me escondía: allí repasaba
lo que me estaba sucediendo, el daño que me hacían con sus malos tratos (que no
era tal daño porque yo nunca sentí rabia contra los demás): me enojaba conmigo
mismo, me exigía de alguna manera.
Cuando había pasado el periodo del
accidente ésa era mi manera de afrontar el mundo: la terapia… pero la gente
decía: Si habla solo es que está loco, pasea por callejones sin salida, no sabe a dónde va… y compren día
esos juicios porque también yo me juzgaba “diferente”. Pero razonaba, si,
razonaba como el que más, me daba pena que tú no quisieras verme. Y me gustaba
estar solo, porque nadie estaba pasando lo que yo, nadie debía saberlo: no lo
entendería. Y veía a muchas personas que metían en centros aparte.
Por eso mi terapia se transformó en
escribir y sé que lo hice bien…