CROSSWORDS

CROSSWORDS
Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



lunes, 29 de octubre de 2012

Las dos caras del tiempo


  Las dos caras del tiempo
se agarraron a mi ser. Por un lado el ímpetu, la guerra:
ese ser diabólico que es estruendo
y rabia a la vez,
se agarró a mi ser con sus brazos de metal
y de vidrio
y me quiso hacer vasallo de una mirada,
de esa horrenda mirada transparente en la que estaba yo
y todo lo que convivía conmigo.

  Entonces me hice guerra…
                                                      para comprender
lo que dentro de mí brotaba
y no sabía manejar.
Sentí que me enredaban sus brazos
y no era consciente de lo que yo vivía:
era ella,
ELLA a través de mí;
me hice batalla para no ser camino,
camino
para no ser yo. Sus palabras me abatieron
y me sentí lejos… tan lejos de mí
y de ella,
                 de su luz…

Me había hecho guerra para no comprender…
y para dejar de comprender. Luego me respondí: “Es la hora” y tras ello solté
la angustia que sentía.
                                             Y pude percibir una senda.

  Las dos caras del tiempo
se agarraron a mi ser. Yo no vivía,
era mi tiempo:
un eslabón en la cadena.

  Por eso ahora entiendo
que no es la guerra lo que forja a un guerrero,
a un luchador…
.              sino ese mar que sublima su calma
y alimenta el silencio.


martes, 23 de octubre de 2012

¡Qué más que tu pelo



                   ¡Qué más que tu pelo                       
podrá darme todo lo que sienta!,
¡qué más que tus manos
lo que toque por ti!.

¡Qué más que tu sueño,
qué más que te sueñe…
qué más que el deseo
que aún pueda sentir!.

¡Qué más que tus ojos
para hacer de mí algo inmenso,
qué más que tus labios
para darme la fe…

qué más que tu alma desnuda sobre mi alma,
qué más que el silencio,
qué más que tu bien!.

Detendría el tiempo hoy…
                               hasta dormir contigo.

    -2010-


Cuando Quico se marchó


Cuando Quico marchó, se llevó la moto de Gil. Me pidió que cuando regresase, pusiera másica a todo volumen para que Malena no le oyese o le distrajera. Eso me gusta porque confía en mí, me recuerdo un día que dijo que en los escorpiones se podía confiar porque saben guardar un secreto hasta la muerte. Iba a bajar a buscar leche, pero no lo voy a hacer, porque aún me queda toda la cinta. Además, el lunes me dijo que no hacía falta. Me gustaría escribir como lo hago en otras ocasiones. A las doce, un poco antes, llegó mi madre, y Quico no. Me dio miedo por él, pensaba que le iban a oír.
  No fue así, cuando estaba preparado para entrar, me dijo que entretuviese a mi madre. No hizo falta, estaba en la habitación. La metió. Después, cuando dijo que le faltaba el casco, que estaba en lo de Chicha, quise ir a buscarlo para participar en la aventura. Se lo traje y lo tiramos por detrás del muro, con el cuidado de que no me viesen. Después él lo guardó, antes de eso lo trajo a la habitación, pues tenía que guardarlo en la de Mariora. Como dijo él, toda una aventura. Cuando estaba detrás del muro, pasó un señor y yo me puse a hablar con él acerca de la forma de matar un topo. Quico le decía que a manzanazos.
Me parece que le tomé el pelo, sin hacer falta, pero mi intención era poner algo de gracia en el asunto.
  Muchas veces me parece que Quico lee esa agenda mía naranja. La veo, muchas de ellas, sobre la mesilla y hasta creo que le vi un día con ella. Supongo que le gustará. La verdad, es que ahora por la tarde debía aprovechar para terminar la bandeja, esta mañana le cambié el mimbre roto. Debía estar haciéndolo y, sin embargo, no tengo ganas; a ver si tú me animas.
  Mi madre me ha mandado subirlas: la terminada tiene una mancha de tinta. No me acuerdo que se la haya hecho yo. Y siempre con el mismo tono agresivo.
  ¡Tranquila!-, como dice Quico. “tengo muchas ideas para la bandeja”, me dice. Pero me temo que siempre será un oír a medio enfadarse y un día tendré que arrepentirme. Siempre esperaba que diesen la razón a lo que tantas veces discuto conmigo mismo de que, en el fondo, son unos egoístas, sobre todo ella. Pues bien, ya me la dio Manolo, y ahora no me siento del todo tranquilo.
  Ahora por la tarde se fue al cementerio y fue en el coche. Me dijo: José Ángel, me abres el… ¡El portal de afuera!, te tocó- cortó Malena. Yo fui, me gustaría abrirle cuanto pudiese, pero siempre que recuerdo el “me da pena”, me acuerdo de aquello que me dijo: “Tú lo haces porque es tu deber”, y fue el día en que le dije que lo pretendía hacer por ella. A mí también me gusta coger alguna pera que haya por el suelo en el campo, que sé que le gustan, o manzanas oscuras, sólo con la intención de que las coma ella y le guste. O a veces después de bañarme, si me meto en cama lo hago con la intención de no mancharme mucho los pies, por lo que pueden ensuciar las sábanas, y si me quedo de pie, procuro andar lo menos posible. Tampoco me gusta verle en labores que tal vez podría hacer yo.
  Hoy mismo, le vi limpiando el techo de las gallinas, la uralita, y un rosal que no daba flor. Cierto que nunca me había fijado en eso, pero me parece que podía habérmelo dicho. Yo tampoco quiero que se esfuerce tanto. Me parece que nunca llegaré a ser nada, todo se habrá perdido detrás de mí. Aquel “todo sigue igual”, ¿qué me quería decir?. No sé. Mi boca se calló, mi mente, todo mi ser sucumbió. ¿Qué puede ser que quede de aquello. Llámame, tantas palabras quedaron sin pronunciar, que es algo que todavía no he olvidado.
  Sólo quedó palpitando una intención medio olvidada, mi nombre allí no llegó a consumirse. ¿Qué importa?. Incluso allí te seguiré escribiendo. Algún día diré que he aprendido algo. Y me parece que valdrá la pena seguir viviendo para esos instantes. En la tierra siempre encontraré algo que me diga que ya me vuelven a esperar de nuevo. Ellos no se cansan nunca, no sé por qué yo soy de ésos que se vuelven más intranquilos con la espera, que tienen llena la cabeza de ese “más tarde”, es como una ventosa, y cada vez me hace esperar nada. Nada que me pueda guiar, nada que pueda dirigirme eso sólo (Bueno, déjalo. Acaba de aparecer la canción ésa del teléfono y ya no sé por dónde iba); pon, mente. A mí me parece que el mal es otra cosa. Puede ser algo parecido a la realidad, a la que dice que no se puede comunicar a través del lenguaje. Algo que desconocemos, sólo hemos aprendido de él a separar un “si” de un “no” y supongo que él es algo más grande que todo eso. De lo que sí estoy convencido, es de que siempre existirán las palabras que puedan llenar el vacío que deje a su paso y, ¿quién sabe?, ir componiendo una escalera que refleje toda la verdad que puedo conseguir. Me parece que es mejor no darle importancia a todos esos detalles que quieran ir recogiendo lentamente la construcción. Quitarlos del medio, sólo basta un suspiro. No hace falta hablar, aunque sé que si te soltara, correrías; pero debes pensar que tal vez hay cosas iguales en ti.                 

jueves, 11 de octubre de 2012

Hoy lunes por la tarde vinieron Isabel y Palmira


 Después de comer, yo me fui a escribir a máquina y me decía: No le importará, voy a escribir dos folios. Además, me dijo en aquella riña que cuando vinieran Isabel y Palmira no bajase con ellas, por lo que les pudiera decir o, más que eso, por ese “pobriño” o “siéntate a la sombra”. Bueno, me quedé arriba y pensaba: Termino esta hoja que empecé y bajo. Tengo que ir a buscarle el vino y la gaseosa. Escribir así en verso es más rápido y muchas veces me pareció corto el tiempo que empleaba en cada una, así que seguí escribiendo.
  Al cabo de un rato, cuando ya estaba terminando, me gritó desde la casa para que fuese a buscar de beber. Ahora tenía que estar con ellas. “Te prohíbo que en horas de trabajo vuelvas a escribir. Mira, te levantas temprano y, desde que papá se marcha a las ocho y media, hasta las nueve y media tienes tiempo. Y así madrugas. Hoy yo me marché a las nueve y media”. También me pongo de malhumor en estos momentos, pero ahora estoy en disposición de pasar. Ya estás mirando a otro lado. Esta noche, siempre con lo mismo. “Seguro que no estás prestando atención”. Estoy siempre en un tris de chillarle a la cara: “¿Y yo, qué?”.
  Sé que lo pasé más mal ayer, pero hoy no importa. Esta mañana me desperté cuando se iba mi padre, y mamá también estaba levantada. Fui a la cocina a tomar leche, pero sólo quedaba un poco y prefiero dejarla. Después quise ir arriba a escribir y creo que se lo dije por el pasillo. La primera cara que puso fue de disgusto, aunque fui. Pensé que no había abierto a las gallinas.  Mañana, que tengo que ir a Vigo, seguiré grabando.
  Ayer por la noche, pensé en Ana. Y pensé en ella por la vez que me animó a hablar con Quico. No le doy mucha importancia a lo que ocurre, pero me parece muy variable. Es lo que me contaba Teresa de los cuatro Quicos.

  Por la noche, yo tenía una libreta, bien puede ser ésta o una hoja para escribir un poema. Y él llegó, y encendió la luz, y me dijo: “No te pongas las gafas para escribir porque voy a apagar la luz”.
Y se está media hora con ella encendida. No entiendo la razón por la que puede hacerlo así. En cambio me admira, porque llegó mi padre y dijo que apagase; apagó pero encendió más tarde. Cuando gritó un rato más tarde desde su habitación, la apagó definitivamente.
  Lo que recuerdo bastantes veces, es lo que sucedió en Vilariño al marchar. Teresa también se iba en coche. Sólo le llamé y ella les dijo a los del coche: “Esperad un momento”. Y se acercó a mí. No sé qué fue lo que le dije, a lo que sí quería señalar es al beso. Lo entendió, sin decírselo, y me lo dio. Después fueron hacia la puerta, pues debieron haber sacado el coche y, refiriéndose a mí, me dijo: “Pero me voy a enfadar contigo, tú me estás haciendo siempre muchas gamberradas”. Y se fue hacia el coche. Yo le contesté: “¿Pero no dirás que no te quiero?”. “¡Ah!. Eso si”. Y me marché contento. También me gusta mucho cuando me dice Julia: “Tenemos muchos poemas y aún no he tenido tiempo de leerlos”. Casi siempre empiezo así para decirle que no le he dado la sorpresita. Yo sé que ella no se enfada. Aunque algún día me pongo a pensar y qué pasaría si alguna de mis amigas me quisiera para reírse de mí. No tengo respuesta. No la sé. ¿Qué tengo yo que no puedo ver eso?. No lo sé tampoco.
  Y me fijo en Lourdes. Ella confía en cuantos viven allí. Yo les vi reírse, pero ella no deja de confiar. Lo que es cierto es que a mí me dan muchos momentos felices, sólo me fijo en eso. No sólo en eso porque a ellas también les quiero. Cuando estoy con ellas me gusta hablar, creo que son las únicas que pueden darle sentido. Ellas me ayudan. No, no me hagas dudar.
  Ya sé quién eres tú y por dónde quieres meterme. Lo empecé a hacer todo por ella y, aunque a veces me diga para mí mismo “vete a la mierda”, bien se sabe que no me refiero a ella, pues la realidad es que seguiré volcado en todo cuanto me diga. Hablando con Manolo, llegué a decirle, acerca de eso, una idea que se me ocurrió. Le dije que, en el fondo, volcarse no está bien, pero es tomar muy en serio lo que alguien te diga. Pero si en ese momento te dicen otra cosa, y te debes volcar en ella, te enredas. También es una idea interesante, me parece a mí.
  Ahora se me acuerda el hecho que creo que dije antes de que mi madre un día me diga una cosa, y otro día me diga la contraria. Supongo que si le pregunto, me dirá que lo dijo sin pensar. ¿Pero cómo tomárselo, entonces?. Me quedo callado siempre que llego a este punto. Lo que sí siento es como si le gustase decir “toda la mañana escribiendo”. El caso aparte es el de las gallinas y los conejos, bueno, éstos últimos menos. Les doy pienso y maíz a la mañana, a la tarde, y maíz a la noche. Cierto es que me gusta abundar más en el maíz porque es más barato. Suelo darle trozos de pan y el cubo verde cuando está lleno. Ahora no ponen mucho. Hay una que salta al campo siempre, pero no sé, porque no veo que ponga huevos fuera ni le oigo cantar. Mamá está convencida que pone fuera, me gustaría que así fuese. Hoy miércoles sí tuve la ilusión porque sólo está Malena en la cama. Por la mañana, cuando le dije a mi madre que iba a escribir arriba, lo aceptó. Quiero terminar de grabar y hace un rato subí arriba para escribir a máquina y no despertar a Malena, pero temo que llegue mi madre y diga que estuve toda la mañana arriba y Malena le diga que si. Prefiero bajar y encerrarme en la habitación. 

martes, 2 de octubre de 2012

Me arrepiento de hablar


                                   

  Me arrepiento de hablar más que de vivir, me arrepiento de bogar sin descanso más que resistirme a lo que el tiempo me atrapase, de dejar escapar la vida a sorbos minúsculos  y no aferrarme a la tabla de … con mis manos desnudas. Hoy volveré a vivir cuando despierte el día, pero será una vida desgastada. ¿Y cómo dormirá ella cuando vea que yo me desgasto?. Tanto luché, tanto el incienso recubrió mi cuarto cuando la fatal sequía me hizo más débil, que hoy ya no sé dormir cuando lo necesito. Sólo la noche me acompaña y se arrima a mi espalda para decirme que no estoy sólo, sólo las estrellas me dan la luz que preciso… ¿dónde estará ella que ya no siento?. Tal vez se oculte entre las ramas del eucalipto porque desde allí me vigile y me tenga soñado, tal vez se desnude en lo alto de la sierra para que pueda estar a solas conmigo, no lo sé. Pero hoy dormiré con ella oculto en las palabras que me atraviesen. Y ella será algo más que un sueño inocente y sin malicia.
  Yo no lo he dicho todo aún. Que tenga cuidado el tiempo como me toque la perla que yo llevo en el alma.

  Hoy rompí la noche dibujando estrellas en mis sueños y a una le llamé como tú, pero el ruido de mi alrededor era más fuerte que yo y me obligó a mantenerme despierto y en guardia. Hoy rompí la noche clavando flechas en mi silencio, pero el ruido de mi alrededor era más intenso de lo que yo pensaba y me hacía desfallecer. Recogí los sueños, recogí las flechas que había lanzado desde mi ventana, e intenté reparar la noche que se agolpaba en mi cerco…. y con ello quise abstraerme del instante mezquino. Hoy rompí la noche con palabras envenenadas que me anulaban por momentos. Y al romper el cristal pensé en ti, que estabas escondida en el silencio. Y descansé por fin de mi largo viaje a través del invierno crudo.

Las firmas, siempre son la misma historia


  Las firmas, siempre con la misma historia. No, no es así, cada una es una historia. Nueva cada vez. Y he de ir amontonando más y más. Un día me quedarán muchos pequeños granitos por recoger. Y sonreiré mucho más claramente cuando pueda decir que estuve yo presente en cada uno. Y hallarme sonriendo, atado de una de esas perlitas que compusieron mi ser de aquellos tiempos. Si, cada una es una historia, ¡si supieras la cantidad de sueños que anidan en cada una, y el camino que tomaron desde que apareció una sonrisa, me parece que a ti tampoco te importaría venir a formar parte de ella. Pues alégrate, porque estaba guardado el sitio para ti. Ahora es cuando se cumple el final de esa historia.
  Cuando llegué de Vilariño, me dije que le preguntaría a mi madre cuándo se iba en el viaje a Roma, porque el suyo era a finales de Septiembre y a Fátima se iba a principios de Octubre. El suyo se había adelantado una semana. Y se lo pregunté. Pero era al contrario, el nuestro se había atrasado una semana, pero ella marchaba el lunes. Se enfadó, yo lo había hecho porque no quería romper el lazo de que tal vez por cualquier cosa pueda abrirse un diálogo. Y si no es un diálogo, son unas palabras. Pero se enfadó. Me dijo que lo que le dolía era que no empezase a ser un chico de verdad. Me marché de allí, pero eso me hizo pensar. No había dicho ni la primera palabra cuando murmuré: ¡Bah!. Déjalo. No importa.
  Quico me parece que se preocupó un poco porque observó que cuando levanto el brazo izquierdo por delante, llevo un poco el cuerpo. Hoy, cuando me pongo a pensar, me parece buena la idea de ir trabajando poco a poco con él, que puede ser quizás cuando me acuerde. Todo el escribir es escapar de la rutina que fuerza la existencia. Se puede escribir de muchas maneras. Cuando está todo tranquilo, creo que es cuando mejor vivo la vida. Puedo hablar con Malena, bueno, procuro relacionarme poco con ella, a veces se cruzan algunas palabras, tengo miedo por dónde puede salir, pero me parece que también la noto bastante tranquila. Eso es lo que me pone de malhumor, porque también la riña se extiende varios minutos y cada segundo pesa como si fuese una vida.
  Tal vez sea culpa mía, porque no concibo que un enfado pueda pasar sin una palabra de ánimo o un aliento al final, puede asemejarse a ese propósito de procurar evitarlo para otra vez. Aquel día que intenté poner el tocadiscos y no funcionaba, Quico me preguntó en la noche si lo había tocado, pues estaba estropeado. Yo le dije que si. Hace poco vi un disco puesto y lo puse en marcha, pensando: si no funciona, lo dejo. No funcionó y lo dejé. Hoy me dijo él que lo había vuelto a poner y yo le dije que no. Lo negué y me dolió. Después le dije que tal vez había tropezado con él al coger cualquier libreta. Él me comentó que pudiera ser que algún día les pasase algo a ellas, pero no lo creo. Ahora que recuerdo algo de lo que pasó el sábado, que también me pone de malhumor. Era noche, quería bañarme, pero en aquel momento creo que fui al fallado a buscar una ropa para después de bañarme. Mi padre, que venía por el pasillo, me paró y me dijo: (No sé si lo que pronunció fue “te aconsejo” o cualquier otra cosa con esa intención, aunque me parece que sí dijo ésa): Te aconsejo que no abras el agua caliente. Y Malena también utiliza mucho ese tono. Salí del cuarto de escribirte y fui a la cocina. Mi madre dijo: “Arriba creo que vi un cuchillo…” o “vete a ver un cuchillo…” no lo sé bien, pero yo di la vuelta saliendo de la cocina, porque instantáneamente había pensado que ayer me parece que había utilizado uno. Me parece que dijo “junto a la puerta” y yo lo usé para arreglar los mimbres, así que dije “Si” gritando al salir. Cuando subí me acordé que no lo había utilizado, y de ser en ese caso, estaría en el baño. Al volver a la cocina dije que lo había usado arriba, pero que lo había bajado, cosa que era mentira, pero eso valió para tranquilizarme. No lo encontré. En lo que fallo es en la atención, me falta concentrarme, por eso tardo mucho, pero voy a entrar en la cocina diciendo que un cuchillo no hace tanta falta.
  Entré y dije que no lo había encontrado, pero que tal vez se refería a dos tijeras. Me contestó que tal vez lo había bajado papá. Ahora voy a salir. ¿Qué quieres que te diga?. Sólo quiero terminar la libreta. No quiero que pienses que mi madre es mala por lo que te diga. A veces, también me equivoco yo.



  Lo que me supongo que va a seguir siendo un problema durante mucho tiempo es que cuando yo digo cualquier cosa a alguien y más concretamente a mi madre, que dice que es una tontería y yo estoy convencido de que es para abrir más diálogo, no sé quién tiene la razón en ese caso. Creo que siempre ha de tener preferencia lo que yo pienso, ya que nunca he de comprender al otro, y el seguir haciéndolo implicará más problemas. Hoy por la mañana que Quico fue a dar clase y sólo quedó Malena en casa, estuve hasta las doce grabando. Bueno, a ratos, en el baño, en la habitación o el fallado. Me grabé toda la cinta, pero no importa, continúa para otro día, aunque mañana no puedo porque voy a Vigo. Mira, hoy no está mi padre y voy a escribir a máquina. ¡Ah!, no te conté lo de ayer en el baile, terminé la libreta por la mañana. Bajé con Quico a las cuatro y algo. Como no estaba Manolo, quise ir a ver a Lourdes, pero fui hasta allí y regresé, porque no quería nada: que se hiciese ilusiones, por ejemplo. Sé que habían allí dos niños, niño y niña, jugando él con una bici y ella con una pelotita. Se la pedí y me la llevé hasta la cuesta, después se la eché. Estuve con Manolo un rato y después fui a bailar a las siete y media más o menos. Entré y pasé el rato. Miré a ver si veía a Bety y Susana, y no las vi. Eso me deprimió+ un poco. Pero le había prometido a Manolo bailar.
  Empezó Bene y no quise ir a Rosi, y no las bailé. Lo que pensaba era bailar con Rosi y marchar. La cuarta la bailé con ella. Después seguí pidiendo y seguí sin bailar. Me sostenía lo que le había prometido, pero los sueños también acaban. Me dije: Le pido a Lina y me voy. Seguro que no querrá, no importa. Así que le pedí y me dijo: Ahora si. Y bailó. Me animé y me dije: Voy a seguir. Le pedí a otra que nunca bailaba, pero que yo me metía mucho con ella, que está a un lado de las escaleras de la barra, y bailó. Me animó también. Ya no me iba. Bailó Rosi otra vez y no sé si alguna más. No importa. Fui a la barra. Antes había bailado una con Ana y le dije que tal vez volvería. Quise pedirle a la hermana de Fernando, pero nada. Cuando estaba en la barra, tocaron ésa que me encanta. Corriendo, empujando, fui hasta Ana. Si estuviese bailando, iría a Rosi, pero ya no tendría el mismo sabor.
Pero estaba bailando con su amiga. Le dije: Perdona un momento. Baila, ahora te explico. Bailó conmigo y se lo expliqué.
  La historia tuvo un final fantástico. Ya no importaba si bailase más, aquello era lo que esperaba. Bailé con ella y con alguna más. Al principio me daba pena no encontrar a Bety y Susana, ahora preguntaba que consistía en pasarlo bien sin ellas. Bailó también esa chica que tiene un ojo mal, pude hablar con ella.